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COMUNIDADES RELIGIOSAS CON CAPACIDAD. 359 Y este primer convencimiento —valorar a los jóvenes y preocupar­ se de los jóvenes—, es ya muy importante. Lo digo, de una manera muy concreto, por esta razón simple: porque inconscientemente, y se­ gún el viejo y manoseado principio de sentido común, cada uno tiende a conectar con los semejantes, con sus semejantes también en edad. Lo cual significa que una comunidad religiosa de adultos tenderá incons­ cientemente a fijarse y relacionarse principalmente con adultos. Pero, como sucede que en la realidad las comunidades religiosas están for­ madas hoy mayoritariamente por adultos, se seguiría que apenas nadie —ninguna comunidad religiosa, quiero decir—, se fijaría en los jóvenes. Por esto creo que es importante este toque de atención. La comunidad religiosa de hoy debe tener muy en cuenta eso: ¡Hay que primar a los jóvenes en las preocupaciones vocacionales de la comunidad reli­ giosa! Sólo que de este toque de atención, que parece bastante elemen­ tal, nacen conclusiones que son ya muy comprometedoras. Así, por ejemplo y por citar una de esas conclusiones, si lo que precede es cierto, tendremos que la comunidad religiosa debe estar adornada de esa cua­ lidad que es patrimonio sólo de personas o grupos humanos muy refi­ nados: la flexibilidad. La comunidad religiosa deberá ser tan exquisita como para ser flexible, como para estar abierta al cambio, como para estar disponible a lo nuevo. Lo cual significa que el grupo religioso deberá haber llegado a un grado envidiable de cultivo espiritual. Por­ que no cabe duda que la flexibilidad, a nivel no sólo de educación sino, sobre todo, de convencimientos, únicamente la consiguen grupos que llamaríamos, con un calificativo en boga hoy, muy civilizados. Pero es claro que la flexibilidad concreta que lleva a una comunidad de «mayo­ res» a fijarse en los jóvenes y a estar abierta ante los jóvenes, si es de ese tipo, es muy exigente, y sólo la logran grupos humanos muy selectos, comunidades muy maduras espiritualmente. De hecho, y como una prueba de lo difícil que es, todos conocemos comunidades religiosas incapaces de llegar a ese estadio elevado de desarrollo espiritual; hasta uno tiene la impresión de que la mayor parte de las comunidades religiosas son incapaces de ser flexibles en sinceridad y profundidad con los jóvenes y frente a los jóvenes. Creo que hay pocos grupos de religiosos que sean capaces de cumplir aquel consejo de San Benito, cuando manda en su Regla que se oiga a los jóvenes «porque —dice él— a menudo revela Dios a un joven lo

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