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358 MIGUEL G. ESTRADA presiona de hecho a hombres predispuestos a dejarse impresionar. Me parece que es ésta una salvedad que aunque parezca elemental, no se debe olvidar hoy. Porque yo creo que muchas de esas personas que encontramos por la calle —sobre todo, jóvenes— , pasan de Dios y, desde luego, pasan de cualquier tipo de comunidad religiosa por muy modélica que sea; muchos de esos hombres son sencillamente post­ cristianos y, para ellos, las comunidades religiosas —cualquier clase de comunidad religiosa— , son restos mortecinos de una forma de vivir y ver que es simple historia. O sea, que si es cierto el principio general según el cual las comunidades religiosas que brillan por su vida per­ fecta tienen fuerza de reclamo —y sobre esto no tengo duda alguna— , también es cierto que el número de personas con antenas sensibles para captar ese reclamo es hoy notablemente pequeño. Y, entonces, a la hora de pensar en comunidades religiosas ejemplares como lugares adecuados de llamada habrá que poner sordina a cualquier intento por hinchar alegremente esa eficacia; lugares de llamada por su perfección a todos los niveles sí, pero lugares de llamada sólo para un número muy limi­ tado de personas. b) Ofrecer a los jóvenes en concreto Lo anterior vale para todas las edades, más o menos. Pero se en­ tiende, obviamente, que es a los jóvenes a quienes la comunidad reli­ giosa con preocupación vocacional debe, en primer lugar, cuestionar, mostrándoles su mensaje. Y esto porque es en la juventud cuando el hombre suele hacer sus grandes opciones, esas opciones que van a marcar toda la vida de la persona en una dirección u otra. A lo mejor el adulto cambia de parecer, deshace el camino, e inicia un sendero alejado espiritualmente kilómetros de aquél por el que comenzó a andar en su juventud. Pero esto, que es posible, no será lo normal. De ley ordinaria es en la juventud —en la primera juventud, cabría decir— , cuando el hombre corriente se decide por la que ha de ser su forma permanente de vida. Y, entonces, será la juventud el mundo del que brotarán las vocaciones preferentemente, y será la juventud el mundo al que preferentemente deberá mirar la comunidad religiosa que tenga inquietudes vocacionales. Tenemos, por tanto, que esto parece cierto: la comunidad religiosa a la hora de cuestionar vocacionalmente se debe preocupar, sobre todo, por mostrar su vida a los jóvenes.

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