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352 MIGUEL G. ESTRADA es lógico conceder capacidad de llamada real a un grupo religioso por la simple razón de que él se presente o entienda como poseedor de esa cualidad. Pero, entonces, ¿cómo distinguir lo verdadero y válido de lo men­ tiroso? ¿cómo deberá ser un grupo religioso para tener capacidad real de reclamo en materia vocacional? ¿de qué cualidades deberá estar adornada una comunidad religiosa para que podamos decir de ella que muy probablemente puede llamar e invitar a la vida religiosa? ¿cuándo podemos afirmar que un grupo religioso tiene capacidad vocacional? Intentemos una contestación a estas preguntas. a) Ofrecer con claridad Desde luego esto es algo que debe poseer toda comunidad reli­ giosa con pretensiones vocaciones: debe tener muy clara cuál es y de qué se compone la propia oferta. Antes de nada será necesario que la comunidad religiosa se aclare con la mayor nitidez posible en relación con lo que es a niveles profundos, que se aclare en relación con el objeto del propio proyecto de vida evangélica. A la hora de presen­ tarse como lugar de llamada vocacional y de hacerlo seriamente deberá la comunidad religiosa saber cuáles son las fronteras reales y cuáles los contenidos auténticos de su vida carismàtica. Esto parece que es normal pues, como dice acertadamente K. Rahner, «cuanto más per­ ceptible sea lo carismàtico en una familia religiosa, tanto más atraerá a los jóvenes». Y, entonces y en un plan negativo, la comunidad religiosa no puede permitirse la frivolidad de vivir dejándose llevar de prejuicios, ni de convencimientos difusos e inconsistentes sobre su razón de ser. A veces sucede esto, a veces sucede que la comunidad religiosa se deja arrastrar de la inercia, de la tradición, del peso de unos tópicos —«así se pensó siempre»— que se juzgan, sin más, válidos y llenos de sen­ tido. Y en estos casos —no tan excepción como podría parecer a sim­ ple vista— , es eso lo que se ofrece como reclamo vocacional. Acontece que si la comunidad religiosa se examinara un poco, ese bagaje histó­ rico aparecería en seguida como arcaico e inservible; o, tal vez, se descubrirían en él contenidos bellos, inéditos y subyugantes, pero en 13. Para iluminar esta idea es interesante, a pesar de sus muchas lagunas, la obra ya clásica de R. H o stie , Vida y muerte de las Ordenes Religiosas, Bilbao 1973.

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