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348 MIGUEL G. ESTRADA damentales, sin más, ¿estará ya preparada la comunidad religiosa para ser reclamo y para brindar acogida? No; yo creo que si el grupo que es la comunidad religiosa quiere tener garra vocacional hoy, debe estar adornado, además, de un conjunto de cualidades que conviene tener muy presentes. Sin pretender, ni de lejos, ser exhaustivo y sabiendo que no digo nada extraordinario voy a citar algunas de esas cualidades; las que me parece a mí que son más relevantes y más imprescindibles 10. 1. Decisión de llamar y acoger Creo que, antes de nada, debe existir en la comunidad religiosa una decisión positiva y manifiesta de hacer cosas en este sentido. Y es que a la hora de cuestionar vocacionalmente, el grupo religioso debe dar este primer paso: exhibir con valentía y claramente el propio proyecto evangélico y carismàtico de vida. Para el grupo o comunidad religiosa que quiera permanecer en actitud de llamada y acogida ante posibles candidatos no son suficien­ tes, por ejemplo, las lamantaciones. He aquí una postura muy de gre­ mio religioso actualmente, y que hay que rechazar de partida y de plano: las lamentaciones. E interesa insistir en eso porque apenas se asoma hoy uno a cualquier casa de religiosos escucha invariablemente la misma queja: ¡no tenemos vocaciones! Diríamos que es ése un dolor —el dolor más mortificante— , que afecta hoy por igual y de forma chillona a todo el cuerpo formado por los religiosos. Sólo que uno, con ligero conocimiento de lo que pasa en los centros religiosos, sospecha que, al menos por lo que dice a determinadas comunidades religiosas, es eso —lamentarse— todo lo que alcanzan a aportar para la solución del problema. Ellas, ciertas comunidades religiosas, no saben reaccionar sino con el ofrecimiento quejumbroso y esterilizante de su lento, seguro ir hacia la muerte, hacia la extinción n. 10. Adelanto ya que me resulta muy difícil admitir esta conclusión a que llega el Secretariado G. de Formación Capuchina: «La causa más común de la impreparación de las fraternidades locales para acoger y atender como conviene a los condidatos es, según las respuestas, la multiplicidad de nuestros compromi­ sos apostólicos, que no permite ni atender a los jóvenes que vienen a nosotros ni ofrecerles una imagen auténtica de nuestra vida» (cf. Secretariado General de Formación Capuchina, La Formación permanente, Sevilla 1978, 88). Yo creo que esto no es así; hay otras causas más constantes y más profundas que explican esa «impreparación de las fraternidades locales» para tener capacidad vocacional. 11. Este hecho —comunidades religiosas que se limitan a lamentarse— , creo que sigue existiendo hoy. Muy probablemente estemos viviendo ya su superación;

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