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260 M. GONZALEZ GARCIA de ser evidencias primarias y comunes, y no las conclusiones que co ronan el edificio de una teoría» 10. 2) En el sentido de que «la opinión discrepante, hasta la más ines perada, no implica la ruptura de la comunidad del sentido. Este que branto lo produce automáticamente la insensatez, la falta de sentido que llamamos dislate, esa demencia o dolencia de la mente que es la pérdida del sentido común; en suma, la privación de la evidencia. La sede de las evidencias sería, pues, como un templo: una morada co mún, y no el rincón privado y privilegiado del científico» 11. Además de estos recuerdos o raíces antiguas, E. Nicol enumera a quienes cree que se encuentran dentro de la Escuela de Barcelona. Su lista encierra los siguientes nombres: Serra Hunter, Tomás Carreras Artau, Joaquín Xirau, Jorge Udina, Francisco Mirabent, Pero Font y Puig, Juan David García Bacca, Juan Roura Parella, Ramón Roquer, José Calsamiglia, Domingo Casanovas, Amalia Tineo, Jorge Maragall, José Ferrater Mora 12. E. Nicol se detiene más amorosamente sobre el influjo de algunos personajes a los cuales estuvo más ligado intelectual o afectivamente. Manifiesta una gran admiración por Jaime Serra Hunter, un «ejemplo de cordura y discreción» 13. Igualmente, lo fue de probidad, que se ma nifestó no sólo en su vida personal sino principalmente en su actua ción como profesor, decano y rector de la Universidad y en toda su vida como maestro de filosofía. En su docencia mostró «una obedien cia implícita al deber del filósofo de ser objetivo, de estudiar y de ex plicar con fidelidad todas las doctrinas» 14. 10. 199. 11. 198. Con esta indicación e: taria unido lo que E. Nicol define como «sen tido pacífico de la filosofía» en la Escuela de Barcelona, sentido caracterizado por la «capacidad de buscar la razón, más que el empeño de tener razón» (178). 12. 204. 13. 179. 14. 181. Comentando esta actitud de su maestro, escribe E. Nicol: «Expli cando filosofía, Serra Hunter enseñaba lo que es filosofía; y no lo hacía elabo rando una teoría per:onal de la filosofía, sino viviéndola y expresando sin delibe ración, con su presencia sola, en qué consiste ser filósofo. La probidad puede predicarse, pero es más efectiva cuando es operante, cuando se ofrece como un ejemplo vivo» (182). Este maestro impredonó también fuertemente a E. Nicol por sus creencias religiosas. Serra Hunter era católico practicante. E. Nicol no se enteró de tal condición, hasta después de la muerte de su maestro, a pesar del trato íntimo que tuvieron. Ello trae al recuerdo y a la reflexión de E. Nicol la alternativa fáustica que vivió Serra Hunter: actuar o no actuar públicamente de acuerdo con sus convicciones íntimas (180).
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