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LA ESCUELA DE BARCELONA 259 to elemento de nostalgia y de sentimentalismo, no es mera literatura, sino que constituye básicamente una readiness, una aptitud para el fu­ turo» 7. Una encarnación de este medievalismo lo constituye el seny, rasgo atribuido tradicionalmente al ethos catalán que «es una forma medie­ val y autóctona de la sagesse o sapiencia, entendida como capacidad del hombre mesurado y de buen consejo que rechaza todo lo extravagante y lo desorbitado» 8, que estaría presnte lo mismo en el Libre de Sa- viesa (siglo xm ) que en las obras de Raimundo Lull, las poesías de Auziás March o en las actitudes de sus maestros universitarios. Dentro de la tradición histórica conformante de la Escuela de Bar­ celona se encontraría la escuela escocesa del sentido común. Si bien E. Nicol no captó la conexión de esta escuela con la tradición de la escuela barcelonesa en sus años de estudiante, más tarde ha creído descubrir que las enseñanzas de dicha escuela escocesa y su aceptación, en parte, por maestros como Martí d’Eixalá y Llorens y Barba, ha­ bían de tener alguna explicación. Explicación que E. Nicol quiere des­ cubrir a lo largo de toda la historia de la filosofía, desde Heráclito y Euclides incluso, que reúne a cuantos han hablado de alguna manera del «sentido común» ( koiné aísthesis de Aristóteles, sensus communts naturae de los maestros medievales, el bon sens cartesiano, el sens com- mun de Leibniz) en cuyas expresiones se encuentra «implícita la idea de que los principios supremos han de ser una posesión común, aun­ que las ciencias mismas que se montan sobre ellos no sean, por la in­ trínseca dificultad de su desenvolvimiento cosa de dominio público» 9. Tal «sentido común» estaría presente en la escuela de Barcelona en un doble sentido: 1) En el convencimiento de «que la razón es común y es unitaria por debajo de sus variadas formas y que, por ello mismo, los principios han de ser fundamento de la existencia, y no sólo de la ciencia: han 7. 193-194. 8. 194. 9. 197, 201. En el texto de nuestra nota hemos incluido en la enumeración histórica el nombre de Aristóteles. Aquí E. Nicol no advirtió que la koiné aísthesis no puede ponerse, con idéntico significado, al lado de la; otras expresiones que ha­ blan del «sentido común». También llama algo la atención que cuando más tarde habla de Balmes (cf. nota 20), no menciona para nada sus indicaciones sobre el mismo «sentido común».

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