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244 A. VILLALMONTE otros (PO 164). Este pecado del mundo ( = p. or.) hay que imaginarlo como una fuerza universal de pecado que, en forma inevitable, moral mente necesaria y casi fatal contagia a todos. Ella es como la heren cia desgraciada que a cada hombre le aguarda desde su entrada en la existencia. Tanto el p. or., como el pecado del mundo tienen rasgos de un sino fatal. Bien puede recordarse aquí a «el Pecado», ese tirano que entrando en el mundo por culpa del hombre ( = Adán) llega a esclavizar al género humano, hasta que Cristo lo libera (Rom 5, 12-21; 6-7). Sin embargo, todavía aquí es indispensable hablar del viejo pro blema de la voluntaridad del pecado original, si es que queremos se guir llamándolo «pecado», de algún modo. La voluntariedad de este «pecado» tan singular habría que explicarla en forma también espe cial. Una voluntariedad que no hay que ver concentrada en un ins tante puntual de la vida de la persona. Es más bien una voluntariedad diluida en incontables instantes: es un proceso de impregnación pasiva y activa, que se cumple en el trato con las realidades pecaminosas que rodean la existencia. Nadie negará, dice A.-M. Dubarle, que el len guaje —y los valores culturales que en él van implicados— los adqui rimos voluntariamente. Pero es una voluntariedad peculiar en la que entremezclan lo libre y lo necesario, lo querido y lo impuesto. De for ma similar, cada individuo humano «aprende» a ser pecador partici pando voluntaria-involuntariamente en los pecados de los otros hom bres con quienes convive (PO 121-124). Hay en todo esto que llama mos «el misterio del pecado» un fuerte ingrediente de sino y fatalidad, de forzosidad y necesidad que ninguna hamartiología cristiana puede ne gar. Incluso cuando se diga y deba decirse que el pecado, propiamente hablando, sólo ocurre por decisión personal, libre, de cada hombre. La clásica teoría del p. or. quería también subrayar esta dimensión del mis terio de iniquidad, pero se dejó llevar de un realismo y univocismo exagerado. Un capítulo largo dedica Dubarle a examinar el concepto del sobre natural (PO 131-49). Pocos se detienen a profundizar en la relación que existe entre este concepto elaborado por la teología católica y la teoría del p. or. Su relación es estrecha. Dubarle retoma el asunto des de los textos bíblicos. La palabra «sobrenatural» les es poco grata a algunos. Mejor sustituirla por los conceptos de elección-vocación gra tuita; hablar de la graciosidad de los dones divinos, de la liberalidad y libertad absoluta de Dios, del absoluto inmerecimiento, de la total incapacidad soteriológica del hombre.
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