PS_NyG_1983v030n002p0237_02560410

238 A. VILLALMONTE I.— COMO VE DUBARLE E L TEMA DEL PECADO OR IG INAL El P. Dubarle no quiere presentar una panoràmica completa del te­ ma p. or. Tema inmenso en su vertiente histórica, en su vertiente sis­ temática, en las discusiones de la hodierna teología católica. Expresa­ mente quiere hacer un libro breve. Por otra parte, tal vez en este nue­ vo libro tenga cabida lo que el autor manifiesta sobre anteriores pu­ blicaciones suyas: que él dice lo que piensa, pero no todo lo que pien­ sa. Ni está obligado a decirlo en una forma tajante que suscite más oposición que tranquila adhesión (PO 98). Por fin, la censura doctri­ nal de la autoridad (y comunidad) eclesiástica cierto que hoy no es tan severa al respecto como en los años cincuenta, pero no deja de pesar secreta y desfavorablemente sobre las publicaciones teológicas que se adentrar — con legítima audacia intelectual— en tratamiento de pro­ blemas fronterizos y arriscados. Las reflexiones de Dubarle van en doble dirección. Unas se refie­ ren a la historia doctrinal del p. or. Otras inciden sobre el contenido mismo de la doctrina y quieren aportar algo a la «reformulación» de la vieja teoría. Reformulación que, en diversos grados de intensidad, es deseada por doquier. Incluso a nivel de la enseñanza oficial de la Iglesia. A.—Algunos hechos históricos poco atendidos. Desde que Agustín, a comienzos del siglo v, formuló explícita y orgánicamente la doctrina del p. or., los teólogos cristianos la han pro­ puesto, hasta fecha reciente, como enseñanza bíblica en el sentido es­ tricto de la palabra. Dubarle prescinde ahora del tema y se fija en este hecho, más fundamental y claro que la propia doctrina sobre el p. or.: la Escritura habla de una herencia de pecado y de un castigo por el pecado que se trasmite de generación en generación (PO 19), de la mísera condición pecadora que afecta a la humanidad entera, de la so­ lidaridad de todos los hombres en el pecado, tanto en dirección sin­ crónica como en dirección diacronica. Es una convicción que viene ex­ presada en numerosos textos tanto del AT como del NT. La Escritura — sobre todo el AT— expresa esta creencia en su arcaica mentalidad pecado original, en Naturaleza y Gracia 26 (1979) 167-248; El Nuevo Testamento ¿conoce el pecado original?, en Estudios Franciscanos 81 (1980) 263-353; ¿Pecado original o santidad originaria?, en Estudios Franciscanos 82 (1981) 269-381.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz