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EL PECADO ORIGINAL: PERSPECTIVAS TEOLOGICAS 255 sentido Pío XI declaraba que la creencia en el p. or. pertenece «a la sustancia-patrimonio irrenunciable de la religión cristiana». Para W. Kasper, en fecha reciente, el p. or. entendido en su sentido clásico y en lo sustancial «es uno de los mayores logros de la teología y una de las contribuciones más importantes del cristianismo a la historia del espíritu». Estas solemnes palabras sólo pudieron ser dichas cuando se identi­ fica la doctrina del «pecado original», con la fe en la necesidad del Redentor y en la impotencia soteriológica del hombre. Así acontece en la teología cristiana occidental, desde San Agustín. En realidad, tam­ bién Pelagio (nos atenemos a la interpretación más usual, aunque se duda si es la más exacta) para poder desvirtuar la eficacia-necesidad de la Gracia y poder exaltar las posibilidades soteriológicas del hombre, negó el p. or. La teología actual sabe proponer en toda su claridad y firmeza aquellas dos verdades básicas del cristianismo sin necesidad de acudir a la teoría del p. or. Más bien le parecerá perturbadora tal teoría, a la hora de buscar una mejor comprensión de dichos dogmas, tanto a nivel doctrinal, como para la vivencia religiosa de los mismos. 3 .—El pecado original problema pastoral. A nivel de la teología científica, la crítica y superación de la teo­ ría del p. or. me parece que puede darse por cumplida, en términos generales. Pero queda un problema que calificaríamos de sensibilidad pastoral a la hora de exponer este avance de la ciencia teológica ante la gran masa de los creyentes. Durante siglos y a todos los niveles se habló del p. or.: ¿Cómo eliminar esta enseñanza sin provocar un des­ concierto en amplios sectores del pueblo creyente? Daríamos un mo­ tivo más para que la gente repita la famosa frase, tan oída desde hace unos 20 años: ¡Estos teólogos nos están cambiando la religión! Al menos, por lo que se refiere al tema del p. or. no hay motivo ninguno para dramatizar la situación. Hace unos diez años advertía K. Rahner que esta doctrina ocupaba un lugar muy modesto en la pre­ dicación cristiana. Los católicos dan por liquidado el asunto, porque creen que el p. or. ha sido del todo borrado por el bautismo. Las lla­ madas consecuencias del p. or. ya nadie las tiene por tales secuelas. Muy crédulo sería hoy el que afirmase que la muerte, el sufrimiento, las tendencias pecaminosas del hombre aparecen en la historia sólo a consecuencia de un lejano pecado cometido por un oscuro hombre ru-

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