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230 JOSE LUIS LARRABE herente con E l 138. Y pone un ejemplo claro y elocuente para demostrar que no basta haber recibido el bautismo: «Este es el ejemplo: puede alguien empuñar las armas del Rey; y sin embargo, estar de hecho militando en la parte contraria, aunque el sello de sus armas esté significando que pertenece al ejército del Rey; la falsedad no está en el signo sino en la persona que lo lleva» 139. Ejemplo de esto mismo lo tenemos, añade a modo de aplicación, en «el hábito de la religión, que de suyo es signo de bondad; sin embargo, vemos mezclados a buenos con malos, carnales y espirituales, a los apegados al mundo y desprendidos de él» 140. El carácter bautismal es sello «de pueblo espiritual» no «de pueblo carnal» (en el sentido peyorativo de esta palabra) sino sello de pueblo de Dios, pueblo de la Alianza, de la Ley Nueva o Evangélica 141. Y co­ mo no es propio de uno solo sino de muchos, es por eso unitivo de muchos en un solo estado de fe; por eso se imprime sólo en aquellos sacramentos que constituyen estados de fe: el bautismo, porque allí se engendra la fe («baptismus, quia ibi fides gignitur»); la confirma­ ción, porque allí se restablece la fe (« confirmatio, quia ibi fides robo- ratus»); el orden, porque allí se da una virtualidad multiforme («ordo, quia ibi virtus multimoda datur»). Los tres determinan otros tantos estados de fe en la Iglesia, pueblo de Dios 142. Le pareció a San Buenaventura que el carácter bautismal era dis­ tintivo de creyentes a no creyentes (¿no pensaba él, le parecía más bien impensable la existencia de bautizados no creyentes?); le parecía tam­ bién que la confirmación caracterizaba y potenciaba a los miembros fuertes y responsables de la comunidad a diferencia de los débiles (for- tium ab infirmis); y que el carácter de la ordenación constituía a los ordenados en el estado de fe «de santos y perfectos» 143. En tiempos de San Buenaventura (t 1274) no faltaban quienes comparaban el carácter sacramental a la indisolubilidad del matrimo' nio: «hay quienes dicen que así como en el matrimonio se contrae un vínculo indisoluble, mientras se viva, algo análogo ocurre en la recep- 138. Ibid. 139. Ibid. 140. Ibid., al final: «exemplum est de habitu religionis, qui est signum bonitatis; tamen communicant etiam in hoc boni cum malis, et carnales cum spiritualibus, et amantes mundum cum contemnentibus». 141. Ibid., art. único, q. IV. 142. Ibid. 143. Ibid.

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