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216 JOSE LUIS LARRABE es tarea que hay que llevar a cabo durante toda la vida: no sólo sois bautizados, sino también «sed bautizados». San Pablo tantas veces uti­ liza en imperativo, cuantas en indicativo estas expresiones bautismales: así comienza también la Distinción IV del tratado de San Buenaventura al respecto. Cuando del bautismo de adultos se trata, insiste desde un principio, desde el umbral del tratado, en la fe: «adulti quoque, qui cum fide baptizantur, sacramentum et rem suscipiunt»70. E insiste más y más a este respecto en la necesidad de fe para el sacramento: «tam­ bién en la Iglesia, los que reciben el bautismo con no plena fe, no reciben el espíritu, sino el agua»71. Y siguen estas consideraciones agustinianas en boca de San Buena­ ventura: todos recibían el sacramento, pero no todos poseían y vivían la gracia; otro tanto ocurre ahora con la suerte del bautismo y de los demás sacramentos: no basta el recibirlos, sino vivir su significación y gracia, también sus consecuencias para la conducta: si ésta está bajo mínimos, no se merece la consideración de cristianos: «se llaman» así, pero «no lo son». Algo similar ocurre con la penitencia: si alguien no abandona la antigua vida de pecado, no puede comenzar la nueva; se refiere a la actitud contradictoria del adulto que acercándose al bautismo, sacra­ mento de nacimiento a nueva vida (Jn 3, 5), no abandona la antigua y vieja vida de pecado. No puede una persona adulta, coherente, res­ quebrajarse en una vida «doble» a niveles tan profundos y céntricos: no puede una persona normal ser contradictoria en el núcleo de su personalidad. Esto mismo podría decirse a lo largo de toda la vida de bautizado: será vida del bautizado, pero no vida de bautizado. Toda esta coherencia de vida bautismal se deduce desde textos tan fundamentales como Gál 3, 27: «los bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo» etc.72. Indudablemente no se trata de un revesti­ miento exterior, periférico, aparente, sino interior y auténtico. Mayores pecados y más graves que los dejados atrás por el bautis­ mo y la penitencia, vuelven a casa de quien no ama ni perdona al prójimo, según atestiguan muchos testimonios evangélicos, dice y repite San Buenaventura en este tratado, que es no sólo de bautismo e ini- 70. Dist. IV, Pars I, prólogo. 71. «In Ecclesia etiam, qui non plena fide accipiunt baptisma, non spiritum, sed aquam suscipiunt» {ibid. siguiendo a San Agustín. 72. José Luis L arrabe , Bautismo y comunidad cristiana (Catequesis bíblicas y patrísticas), Madrid 1982.

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