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RAICES Y ENTORNO DE LA PERSONALIDAD EN. 163 naturaleza pertenecen hombres distintos, expresiones del hombre único, siempre igual a sí mismo, porque siempre es hombre. Cobran aquí todo su valor aquellas palabras del Génesis, a las que antes hice alusión, referidas al hombre que salió de las manos de Dios, modelador del barro, y que se llamó Adán, porque de la tierra fue tomado. Es este un mito presente en todas las culturas de la Antigüedad, y que adquiere en las páginas bíblicas su más profundo sentido antropológico. En qué medida Gregorio Marañón consideró estas raíces telúricas de la personalidad de los individuos, en tanto que circunstancia crea­ dora o desintegradora de la persona, nos lo dan sus estudios del factor geográfico y ambiental, así como de su influencia sobre los personajes a los que en análisis histórico acerca su inteligencia. He elegido para poner de relieve el valor de su análisis aquellos estudios que dedicó a una tierra y a un hombre: Toledo y el Greco. A través de las páginas, principalmente de dos libros y algunos discursos y conferencias, escritas sobre la ciudad imperial y sobre el pintor cretense, quiero acercarme a este factor del entorno de la personalidad y a su función, positiva o negativamente, condicionante. Pero antes de hacernos con el propósito, hemos de enfrentarnos con una cuestión importante: ¿en qué medida ese hombre, hijo de las más diversas tierras, está dejando hoy de serlo a consecuencia del fenómeno de la nueva civilización urbana? El hombre moderno, arrancado del suelo que le vio nacer, se hacina en las grandes urbes, aglomeraciones humanas desmesuradas y aterradoramente iguales 15. Está dejando de contemplar el paisaje, perdiendo naturaleza — sea ésta suelo, regazo o 15. No cabe duda que el gesto uniformante de conducta, al que se refiere Marañón, como anulador de personalidad, precisamente porque destruye la dife­ renciación de las personas, es una consecuencia de este fenómeno del urbanismo. He aquí unos textos en los que Marañón mantiene este punto de vista en lo que a la diferenciación sexual se refiere: «Otro aspecto muy notorio de la imperso­ nalidad creada por el gesto común nos lo da la vida amorosa y sexual. En el amor la individualidad es el secreto del éxito... La fuerza de atracción del ins­ tinto es tanto más enérgica cuanto más profundo es el desnivel de la personali­ dad de los individuos que se encuentran frente a frente... La uniformidad aue ha creado esa influencia estereotipante del gesto en la personalidad del hombre y en la mujer actuales, disminuye, sin duda, su diferenciación y, por lo tanto, su capacidad de atracción recíproca... Todo lo borra el gesto, la postura, la son­ risa únicos; y la uniformidad del traje, que tiene también mucho de gesto». Así, pues, según todo ello, el hombre moderno, perdida su capacidad de diferen­ ciación, navega al ritmo del gesto de moda que uniforma las conductas; v ha perdido la conciencia de que «el contagiarse de un gesto es ya señal de Derso- nalidad muy poco vigorosa» (Psicología del gesto, IX , 204. Subrayados míos).

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