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160 ADOLFO GONZALEZ MONTES colectiva y una uniformación masiva, capaz de quebrar la voluntad de la persona. El espíritu generoso siente una indignación incontenible al constatar la venta de la ciencia psicológica al dinero. El hombre moderno sufre de esta epidemia masificante, cuyo secreto conocen muy bien cuantos ejercen el poder y dominan las fuerzas económicas y polí­ ticas de las pseudosociedades modernas, mal llamadas democráticas. Ser pueblo es algo muy distinto de ser masa caótica u organizada, cuya capacidad de despersonalización tan bien describió Marañón. ¡Qué lejos estamos de aquel humanismo cristiano, humanismo trascendente en el que el hombre alcanza en libertad y comunión con sus prójimos el desarrollo pleno de su personalidad! Humanismo que hace que los hombres dejen de ser masa para transformarse en pueblo, y de pueblo lleguen a constituirse en Pueblo de D io s 9. En estas coordenadas, el hombre que intente ser fiel a sí mismo tendrá que afirmar su personalidad frente al medio ambiente destruc­ tor de humanidad, que el individuo padece, y que amenaza con acabar con él como persona libre y responsable. El hombre, ser en el mundo, ser en comunidad y ser histórico, recibe del ambiente, en el que vive y realiza su existencia, una parte constitutiva de sí mismo, por la cual se frustra o se realiza. Y esto, porque, en definitiva, «el ambiente no es un cuadro pintado en un lienzo descrito en un papel, sino el flujo incesante de las cosas que pasan» 10 sobre ese ser de encarnación his­ tórica que llamamos hombre, cuyo progenitor originario fue llamado Adán, «porque de la tierra ha sido tomado», al decir del autor del Génesis (3, 19). Marañón invita a una rebelión consciente y reflexiva, engendradora de personalidad, contra todo gesto domesticador, contra toda solución acomodaticia de «lo que está en boga». El ritmo que no se acepta en libertad es signo de primitividad incontrolada, por parte del sujeto que lo realiza. En sus reflexiones sobre el deber primario de la juven- tación de la masa por los gesticuladores. La emoción que los seres humanos producen depende en gran parte de esta acción previa e inexplicada del presti­ gio, que wrebaja el umbral” de la emotividad de los demás y facilita, por lo tan­ to, su éxito». Sobre la propaganda escribe Marañón: «Lo esencial de la propa­ ganda no es sólo que exagera la eficacia directa del gesto del protagonista, sino que facilita y aumenta su poder de captación sobre la multitud; y, a veces, la llega a crear» (Psicología del gesto, IX, 218). 9. Tal es la mentalidad que subyace al estudio que del tema «Pueblo de Dios» hace el Vaticano II, en la Constitución sobre la Iglesia. 10. El Conde-Duque, V, 705.

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