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RAICES Y ENTORNO DE LA PERSONALIDAD EN. 201 se me ha rehusado. Es el viejo tema de la aceptación de sí mismo, tan magistralmente abordado por Guardini86. Sólo la aceptación de mí mismo es el punto de arranque de mi propia superación: ella es el fundamento de mi existencia humilde­ mente supeditada a la fe. Fe, que, como dice Guardini, significa aquí comprensión de mi finitud desde la instancia suprema, d esd e la voluntad de D'os. Y esto sabiendo que, desde la libertad plena y agradecida, al aceptarme como soy ante Dios, me pongo en camino de cumplir mi fin trascendente, para ser en la nueva creación plenificado por Aquél que no tiene imperfección alguna. Gregorio Marañón fue consciente de esta radical finitud del ser humano, y desde ella trató de disculpar los humanos errores. Supo Marañón que «la vida y el destino nuestro es, en gran parte, un azar, cuyo sentido sólo conoce Dios, rector de los mundos»; pero no pro­ clamó la pasividad frente a tal situación de contingencia, sino que hizo constar «la obligación nuestra de no entregarnos ciegamente a ese azar, sino a tratar de sojuzgarlo y convertirle en actos sujetos a nuestra voluntad. Para ello —dice— nos dio el mismo Dios las armas: la voluntad y la razón. El no esgrimirlas, el entregarse con la pasividad de la roca al destino, es... el más grave de los pecados contra la divinidad. No hay blasfemia que su­ pere a esa de no querer responder con palabras y con actos de noble re­ beldía a la maldición de dolor que pesa sobre el género humano, adhe­ rida precisamente, a lo más hondo de su existencia, a la vida de los ins­ tintos» 87. Marañón, al mismo tiempo que disculpó el error humano, fruto de nuestra contingencia, quiso, pues, dejar bien sentada la obligación de rebelión frente al dolor, pero desde la fundamental aceptación de la contingencia y del dolor en cuanto tales. Y sabiendo que «la razón conduce inexorablemente a Dios», comprendió que toda la existencia humana, envuelta en la reiterada insensatez de nuestra limitación, es, con todo, «un puro milagro, universal, diario, repetido» 88. Supo, en fin, que el hombre y el cosmos, aquejados por la tragedia del dolor, 86. R. G u ard in i , La aceptación de sí mismo , Madrid 1964, 25. 87. Eugenesia y moral, en Raíz y decoro de España, IX, 42. 88. La razón conduce inexorablemente a Dios, prólogo citado: I, 782.

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