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RAICES Y ENTORNO DE LA PERSONALIDAD EN.. 193 aquí la sombría desolación de una humanidad cuyo representante patético fue el emperador Tiberio» 67. Nada de cuanto hacen los hombres puede entenderse sin los factores que acabamos de analizar de la mano de Gregorio Marañón. La cons­ titución personal y el entorno que envuelve la existencia de los seres humanos guardan el secreto de las acciones de los hombres. En este escenario de encarnación mundana, los seres humanos nos movemos por resortes que hunden sus raíces en el misterio de nuestra existencia, cindicionada por la finitud. Cuando los individuos, faltos de realismo, han dejado de sostenerse sobre el firme de estas coordenadas de espacio y tiempo de vivir, sus acciones aparecen ante los otros hombres como acciones anacrónicas o perdidas en la utopía. Por encima del anacronismo, la utopía tiene siempre la fuerza crea­ dora de impugnar todo lo que de anodino comporta el presente esta­ blecido; el anacronismo convierte a los hombres en espectros del pasado. Tal fue por ejemplo, la vida del segundo Marqués de los Vélez, D. Luis Fajardo68, cuyo talante de cruzado medieval carecía ya de sentido en la España del Rey Prudente: era expresión de su incapacidad de com­ prensión y adaptación a los nuevos tiempos, dice Marañón sobre este personaje. España, emborrachada entonces por la fuerza de sus mitos, se negaba a abrir rutas de futuro, que ya habían emprendido, desde la dureza de lo prosaicamente eficaz, otros pueblos de Europa. Como otros muchos españoles de hoy se niegan a reconocer que nuestro entorno de civilización ha dejado hace siglos de ser el de nuestras gestas heroi­ cas, y, enardecidos por nuestra constante propensión a «transfigurar» épicamente, y sólo con glorias, nuestro pasado, han perdido la obje­ tividad del juicio que un análisis desapasionado de nuestra realidad nacional comporta. A través del análisis de lo constitutivamente humano y desde la realidad de nuestra historia, Marañón, como ha dicho Rof Carballo, trató de encontrar nuestra identidad. Hoy se nos hace preciso reencon­ trarla en un entorno nuevo de existencia, cuando han caído tantos mitos del mundo antiguo y el hombre aspira a dominar las estrellas, abierto a la fascinación de los nuevos mitos que la ilustración ha generado. 67. Prólogo a la segunda edición'. Ibid., V II, 11. Ver también, a este res­ pecto, el capítulo 21 (Epílogo): V II, 167-168. 68. Los tres Vélez, V II, 575-610.

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