PS_NyG_1983v030n002p0155_02020410

RAICES Y ENTORNO DE LA PERSONALIDAD EN. 187 adoptando ella también los métodos revolucionarios, por lo menos en apa­ riencia» 55. El dictador sabe también demasiado bien la necesidad de afianzar su autoridad sobre las masas: «Del gran jefe no se ven más que los gestos, y éstos, en el que tiene en sus manos la totalidad del poder, significan muy poco desde el punto de visto psicológico. El valor psicológico de un acto humano, depende principalmente del conflicto entre la voluntad de realizarlo y las inhibi­ ciones que lo dificultan. En el dictador no hay apenas inhibiciones; hace lo que le viene en gana; y se atenúa en él mucho ese elemento, supremo para el juicio de los actos humanos, que es el esfuerzo y el riesgo de ha­ cer lo que se quiere contra la adversidad»56. He aquí la diferencia entre el Monarca absoluto don Felipe II y el dictador Olivares. En Felipe II existieron esas inhibiciones: su poder era sentido no como pasión, sino como deber. Olivares ambicionaba mandar como salida eficaz a su pasión, y para poder mandar así, hasta tal punto que los súbditos obedezcan, incluso aquello que al dictador «le venga en gana», éste ha debido realizar esa que hemos llamado, al decir de Marañón, previa «captación de las masas por el gesto». 2) En la segunda etapa «la opinión empieza a ser hostil al jefe, porque éste ha de mandar con violencias; y la violencia fatiga pronto a la mutitud» 57. ¿Qué ha sucedido para que el dictador se atreva a ejercer la violencia?‘Sencillamente: el medio ha hecho al dictador y éste es ahora capaz de domeñarle. Desde este momento el medio se convierte en el campo apto para que el dictador dé salida a su pasión de mando sobre él. Pero el hecho de que el dictador se torne violento no inva­ lida su buena voluntad, puntualiza Marañón: «E l dictador es un hombre de buena fe; si no la tuviese, su mando no duraría apenas. Gran parte de su fuerza es la sugestión; pero suges­ tión que empieza por él mismo, que se cree predestinado a las grandes empresas salvadoras» 58. 55. Ibid., V, 544. 56. Antonio Pérez, VI, 61. 57. E l Conde-Duque, V, 544. 58. I b i d . V, 545.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz