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184 ADOLFO GONZALEZ MONTES sus fru tos»51. En efecto, Olivares llegó a ser el Valido más poderoso de su tiempo porque el vector temperamental de su genio era la pasión de mandar —ya me he referido a esta tesis marañoniana sobre la con­ dición temperamental del Conde-Duque— ; y, sobre todo, porque en el ambiente en el que la pasión del Valido de Felipe IV alcanzó su máxima eficacia hizo posible el triunfo del Ministro. Se pregunta Marañón: «¿Qué hubiera sido, en efecto, de Don Gaspar de Guzmán en el am­ biente de Carlos V o de Felipe II? Seguramente su ímpetu de dominio hubiera sido sofocado por la tensión de la autoridad oficial que en estos reinados alcanzó maravillosa plenitud. Hubiera empleado sus ímpetus na­ tivos de dominación en una embajada o virreinato; o quien sabe si en una de esas actividades privadas de organización y dirección de algo, qui­ zá inútil, inventada sólo para poder dirigirla, en que suele derivar de pa­ sión imperativa de los hombres ambiciosos de mando cuando el ambiente público no les es favorable. Si Olivares llegó a ser ¡o que llegó a ser du­ rante un cuarto de siglo, señor absoluto del Imperio español, es porque —como todos los dictadores— encontró infinitamente enrarecida la tensión social de su tiempo. El poder real asentaba en un hombre de voluntad atrófica; y las fuerzas vivas que rodeaban a la realeza, lo que se llamaba "la Corte” , eran una triste calamidad nacional, sin valores éticos ni inte­ lectuales, ante la que las cualidades positivas del Conde-Duque —su desa­ forada ambición, su rectitud, su desinterés por lo material, su sentimiento del deber, su lealtad al Monarca, su fabulosa capacidad de trabajo— te­ nían una eficiencia aplastante» 52. Marañón, en páginas de gran belleza describe la situación de aquella España barroca que puso en candelero a Olivares 53. Fue el medio el 51. Ibid.; subrayado mío. 52. El Conde-Duque, V, 705-706. 53. He aquí la pintura que hace Marañón de aquella España de Olivares: «Es muy difícil reducir a unos cuantos rasgos la pintura del ambiente español en el siglo de su máximo declive. Comentaré sólo los que a mí me parecen más característicos...: la hipertrofia del espíritu nacional; la general pereza; el ago­ tamiento del espíritu idealista; la religiosidad y el fanatismo; la profundidad de la fe monárquica; la inmoralidad de las costumbres; la licencia y perversión sexuales; la crueldad; la frivolidad y la altivez, y la despreocupación de lo uni­ versal. No admite duda que un rasgo central de la España de los Austrias era la idea desmesurada que el español tenía de sí propio y la nación de sí misma. Vani­ dad nacionalista que no se debe confundir... con el verdadero patriotismo. Men­ tes geniales lo reconocieron ya entonces; todo el pensamiento de Cervantes, ñor ejemplo, está ligado, allá en su subconsciencia reprimida por las terribles censuras

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