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RAICES Y ENTORNO DE LA PERSONALIDAD EN. 157 2. Masa y persona No duda Marañón en afirmar un repudio del gregarismo: «La multitud ha sido, en todas las épocas de la Historia, arrastrada por gestos, más que por ideas. Una idea, es decir, un razonamiento lógi co y frío, jamás ha movido a la masa humana. La acción de un hombre aislado, sí puede tener por motor una idea. Mas la muchedumbre no ra zona jamás. Es un hecho fundamental de su psicología el que, en ella, lo es todo la emoción»4. Frente a esta forma tan peculiar, propia de la muchedumbre, de reaccionar, el hombre que sabe que no puede aceptar por «excelsa jerarquía» la vaciedad de un anonimato en el que la persona, arras trada por el gesto, acaba por anularse en cuanto tal, se rebela afir mándose a sí mismo frente a la dictadura, hostil a lo auténticamente humano, del ambiente. Con esta su «rebelión» el individuo asume la reflexión como motor del desarrollo personal. La muchedumbre, en cambio, carece de la capacidad reflexiva y de la asimilación suficiente de los porqués de su propia acción. La muchedumbre es, en definitiva, arrastrada por la emoción. La muchedumbre no va: es llevada. Carece de personalidad. La muchedumbre adopta el gesto, vehículo de la emoción, por la que es arrastrada sin saber por qué. Si el hombre se revela frente al medio, se define por la afirmación de su personalidad. La muchedumbre se acomoda y es arrastrada pre cisamente por el carácter impersonal de sus acciones. Por eso, «el contagiarse de un gesto es ya señal de personalidad poco vigorosa» 5. Gesto colectivo y personalidad están en proporción inversa. Mientras la raíz de la impersonalidad de la muchedumbre estriba en una aper tura acrítica al gesto, gracias al mordiente de la emoción, el individuo personalizado rompe críticamente con él mediante un proceso de refle xión sobre su «personal» actuación. En el terreno concreto de la vida amorosa, observa el médico es critor, el desarrollo del amor está en correlación con la personalidad sexualmente diferenciada o indiferenciada de los individuos. De aquí que el secreto de la atracción mutua de los sexos resida precisamente 4. Psicología del gesto, o. c., IX , 207. 5. Ibid., IX , 204.
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