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182 ADOLFO GONZALEZ MONTES «(...) no está en los hombres ni en sus obras, sino en algo impalpable, que flota, en los aires, que nadie percibe y que se posa, como el polen invisible de las plantas —y también como el virus de las infecciones— en los rincones más apartados de la tierra, sin previo acuerdo; sin comu­ nicación directa; sin que el elegido lo desee ni lo solicite. Así ocurrió en Feijóo» 49. 3. Las épocas y el temperamento: la pasión de Olivares y su tiempo La circunstancia de entorno que es el tiempo tiene también otra importante función como gestadora de personalidad. El tiempo no es sólo ese factor inherente al carácter dinámico de la historia, gracias al cual progresa la civilización, y que cristaliza en el significado histórico samiento español. No hay libro de ciencia un poco libre y audaz, o simplemen­ te original, que no leamos hoy expurgado con las tachaduras del Santo Oficio; y en muchos hay que reconstruir el texto original a través de los rigores de la censura y de las claudicaciones del autor ante el pánico del calabozo» {Ibid., V, 312). Marañón realiza también un serio análisis de la situación de la Universidad española del siglo xvm . A ella atribuye, con Feijóo, una responsabilidad graví­ sima de aquella situación de atraso. Omito textos por brevedad. No quiero, sin embargo, omitir este, en el que Marañón nos da la otra cara de la moneda de aquel siglo en España: «El siglo xvm es una hoguera en que se fundió una edad, mientras otra amanecía. En toda Europa, legiones de hom­ bres inquietos preparaban el advenimiento de los tiempos nuevos; y, por lo tan­ to, preparaban, acaso sin conciencia de lo que hacían, el impuesto terrible con que nuestra especie paga sus progresos: la guerra y la revolución. España tuvo también su siglo xvm , lleno de promesas. Durante su centuria se realizó el in­ tento más importante de incorporación de Esapaña a la política universal, por los primeros monarcas de la dinastía borbónica y sobre todo por los estadistas que los rodearon. Pero intelectualmente, apenas se pueden recoger entre nosotros vestigios importantes de esta crisis, que, en realidad, señala una edad nueva en la historia del mundo. Ya sé que hubo muchos escritores, agitadores, hombres inquietos de alma, que secundaban en España el movimiento enciclopedista, cuya sede principal era la agonizante monarquía francesa. Pero fuerongentes medio­ cres, como todos los que quieren transformar a un país con recetas ajenas. El único hombre que bebió el espíritu de su tiempo y lo sintió arder en sus entra­ ñas, pero conservando, intactas, las puras calidades españolas, fue el P. Feijóo: hombre de la hora histórica y a la vez español incorruptible de la generación ex­ tranjera. El que no creía en los milagros de los hombres, realizó uno maravilloso: el de hacer compatible el ansia de saber, con las doctrinas; el ansia de razonar; el afán de someter a cada conocimiento a una rigurosa comprobación o a lo que entonces —y ahora— llamamos, con pueril vanidad, experimentación; el hacer compatible todo esto, con una fe intangible, que sólo los necios de su tiempo y los de los tiempos de después pudieran discutir» (Los amigos del P. Feijóo, conferencia pronunciada en el Centro Gallego de Montevideo el 14 de abril de 1937: III, 463). 49. Los amigos del P. Feijóo, III, 464.

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