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nos. Surge entonces el dilema: adaptarse o morir con la época que fene­ ce; existir en el nuevo mundo o convertirse en un ser anacrónico. A Feijóo le tocó vivir una de esas épocas trascendentales de las que habla el profesor Marañón. El benedictino que luchó contra el obscuran­ tismo de aquella España diciochesca, prostergada por la barbarie de la incultura más raquítica que pueden padecer los pueblos. Frente a y en esta España, Feijóo se convirtió en mentor de la nueva época que iba a vivir la humanidad ibérica: él era exponente preclaro de aquel clima histórico que modeló su personalidad de «ciudadano de la República de las Letras» 43. Feijóo es el hombre que forja su personalidad en una lucha ardua contra el medio ambiente de aquella España suya, piensa Marañón. En efecto, Feijóo fue grande porque no fue como los demás. Feijóo se impuso a los demás: aun siempre con adeptos, luchó contra la hostili­ dad del ambiente inculto y supersticioso, que no quería salir del error por no tener que realizar semejante esfuerzo. El monje asturiano surgió del clima histórico universal de su siglo a costa de no ser un pedante hablador más, como los que pululaban en la España de sus días. Sólo los hombres éticamente maduros son capaces de forjar su personalidad en la rebelión contra el medio por esclarecer la verdad; porque: 43. «Mas en Feijóo, en contra de lo que se ha dicho, se descubren estas raíces [las de imitación gala e inglesa] y nos da la impresión —y en ésto estri­ ba su mayor interés— de que su gesto revolucionario surgió por espontáneo im­ pulso, hijo del "clima histórico” , por ese contagio que se opera en los momen­ tos trascendentes de la civilización, de unas almas a otras lejanas; llevado por subterráneas corrientes cuya pista es imposible de seguir. Muy universal, sí, pero espontáneo y españolísimo. Y sin duda, estas individualidades aisladas, y no de secta, son las más representativas y ejemplares» (Ibid., V, 317-318). Importante es la comprensión marañoniana del españolismo de Feijóo, tema que aquí rebasa mi propósito: «Algunos le han achacado [a Feijóo] que no realizó ningún descubrimiento. Es verdad. Fue sólo el apóstol de una cultura, ni siquiera de una cultura parti­ cular, y por eso, como él mismo reconocía, tenía a veces que pasar a la ligera sobre los conocimientos sin descender hasta su entraña. No creo, como don Mi­ guel de Unamuno [expresa Marañón su opinión en contra del rector de Sala­ manca], que el divulgador sea más importante que el descubridor mismo. Pero sí digo que, salvo excepciones, el descubridor nace del ambiente y que por ello el que, como Feijóo, crea el ambiente de la sabiduría, está sembrando para ma­ ñana o para cuando sea, los descubrimientos futuros» (Ibid., V, 316. Subrayado mío). En su libro sobre Cajal, se expresa Marañón en el mismo sentido, refiriéndose a la falta de ambiente, en el siglo xix y primeros del XX, en que se movió Ca­ jal, como cima señera, pero solitaria. El ambiente es para Marañón factor de primer orden en lo que a clima creador se refiere. Ver Cajal, su tiempo y el nues­ tro (1951), V II, 297-377. RAICES Y ENTORNO DE LA PERSONALIDAD E N ... 179

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