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176 ADOLFO GONZALEZ MONTES Es decir, cuando se da ausencia de conciencia, el acontecer conti­ nuado del cambio no pasa de ser simple Historie: historia vivida, pero no percibida. En este sentido, puede hablarse incluso de una «historia del cosmos», independiente de la aparición de la conciencia, es decir, de la historia del hombre en cuanto Geschichte: historia percibida. Para que se de ésta, es preciso que la conciencia asuma a través de la me­ moria el pasado, y lo reconozca en cuanto tal. Pero Geschichte implica también proyección hacia el futuro por medio de la libertad. Cuando pasado, presente y futuro son asumidos por la conciencia humana, la temporalidad humana se convierte en historia en cuanto Geschichte. Cabe ahora hacernos la siguiente pregunta: ¿qué piensa Marañón al respecto? Cuando abordé el problema del Marañón historiador hice constar la opinión acertada de Laín, según la cual Marañón no fue ni quiso ser nunca un historiólogo; si bien Laín ha sabido entresacar con maestría las líneas historiológicas implícitas del pensamiento de don Gregorio. Llega Laín a la conclusión de que, para Marañón, la acción histórica, «originariamente personal y libre, queda determinada en su concreta realidad por el peculiar modo de ser de su protagonista (su carácter), el lugar donde éste existió (su patria) y la situación en que le tocó vivir (su tiempo) 39. Mientras para Heidegger la historia es exis­ tencia, proyección del ser en el tiempo, que no condiciona nuestro ser, sino que lo incluye: para Marañón la condición histórica del hombre — ser que asume su propia temporalidad en su conciencia— , su realidad espacio-temporal, determina su existencia. El hombre, al asumir en su conciencia esta su realidad, hace de su vida una pequeña historia, que unida a la de los demás hombres, dan la verdadera Historia de la Humanidad40. Para Marañón la Historia es Vida. Y la Vida, en tanto 39. I, LXXIV . 40. He aquí el pórtico con el que Marañón abre sus ensayos Vida e historia (1941): «Vida e Historia, decimos, para designar el presente encendido y el oa- sado muerto. Pero la Vida es Historia, desde antes de nacer; y sólo es perdu­ rable y fecunda cuando se vive, por humilde que sea, con esta preocupación. La Historia es la misma Vida de hoy y de mañana; acaso, sólo, con máscaras dis­ tintas. Y únicamente cuando se escribe como si se viviera es verdadera Historia» (Vida e historia, IX , 101). Mientras para Heidegger el problema del ser se re­ suelve en el problema del tiempo, tal y como lo ha expuesto en su Ser y tiempo (1927), Marañón apunta más a la concepción orteguiana del tiempo como circuns tanda co-determinante del ser del hombre; si bien es verdad que la considera­ ción marañoniana escapa al análisis formal filosófico de ambos. Cfr. J. O rtega y G as s e t , Historia como sistema (1935). Para la interpretación de Heidegger en el sentido dicho, véase H. G . G adam er , Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica, Salamanca 1977, 277-377 (tránsito de Dilthey a Heideg-

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