PS_NyG_1983v030n002p0155_02020410

RAICES Y ENTORNO DE LA PERSONALIDAD EN. 173 a su obra. Este valor puede dársele a unas cuantas páginas, por otra parte, muy bellas, con la que Marañón prologó sus Españoles fuera de España, entre los que se encontró un gran valenciano, desterrado a la fuerza, pero, paradójicamente, habiendo asumido voluntariamente su destierro, al que Marañón admiró y amó por encima del tiempo: Luis Vives. A él dedica gran parte de su libro, porque en el exilio de Vives Marañón ve, en tanto que desarraigo de la propia tierra, la experiencia en la que un hombre descubre, con la «pérdida de su mundo», que, en definitiva, todo el mundo no es su patria última, y que la condición humana es siempre la de un desterrado. Glosando el destierro de otro español ilustre, Lucio Anneo Séneca, en la isla de Córcega, «andaluz por la cuna, romano por la educación y, por el alma, hombre de todo el universo» Marañón extrae con el maestro estoico estas conclusiones, entrecortadas por los interrogantes: 1) El exilio —esa especie de muerte anticipada, suspensión de la per­ sonalidad sobre el vacío— , en tanto que carencia básica, la del propio mundo, pone de manifiesto la condición viadora del hombre, cuya patria definitiva está más allá de nuestro «aquí» y «ahora». La vida es un destierro universal, al que no escapan aquellos que nos destierran por la violencia de nuestra patria terrena: «¿A qué atormentarnos por la ausencia de la tierra vernáncula, si toda la tierra es patria para el varón digno de este nombre; y éste, en cual­ quier parte de ella, se sentirá por igual desterrado del mundo, que em­ pieza tras la bóveda azul? Si el fin nuestro está en la lejanía invisible, ¿qué nos importa descansar donde nacimos o en otra parte de la tierra? "Desde cualquiera de ellas la distancia que nos separa del cielo es siem­ pre la misma” . El alma emana del soplo divino y flota ingrávida, en per­ petua peregrinación, como el milano en el estío, aspirada por la eterni­ dad. "Los que nos arrojan de la patria, ¿son menos desterrados que nos­ otros?” . "El exilado sufre pensando en los que se quedaron y en los que ya volvieron; pero ¿sabemos si ellos están seguros de no estar, más que nosotros, exilados? La vida es un destierro universal. Lo he perdido to­ do, me dirás, tú, o aquél, o el otro, desterrados como yo; pero todo eso que hemos perdido, todo eso, sin lo cual creíamos que no podríamos vi­ vir, ahora vemos que no era nada. Y el haber aprendido esta verdad, ¿no vale la pena del dolor que nos acostado saberla?”» a5. 34. Prólogo a su libro Españoles fuera de España, IX, 275. 35. Ibid., IX, 276-277.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz