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RAICES Y ENTORNO DE LA PERSONALIDAD EN. 171 Toda crisis personal no es sino una puesta en cuestión de la propia identidad ante la experiencia angustiosa del desarraigo. Desarraigo que puede experimentarse, no sólo en el abandono —voluntario o forzado— de la tierra sobre la que unos hombres sienten la existencia como un «nosotros» radical e idéntico a sí mismo, aun con intestinas diferencias, sino en muy diversas situaciones de la existencia. El desarraigo puede ser biofisiológico, si de una crisis de crecimiento se trata, por ejemplo. Marañón comprendió, con una clara visión anticipadora, la raíz biológica de las crisis de las edades. Puede también el desarraigo ser de carácter ético, si de encontrar nuevos imperativos morales, que suplan a aquellos que inspiraron nuestra conducta durante años: crisis de los deberes fundamentales de las edades biológicas del hombre y de las distintas épocas históricas. Desarraigo histórico, cuando del cambio de la con­ ciencia colectiva de los pueblos se trata. Desarraigo éste último que tiene en su base ese otro más profundo cual es el de la formas de civilización y cultura y de fe. La intuición más profunda del hombre que experimenta el fenó­ meno «crítico» del desarraigo, es, sin duda, aquella por la que, al in­ tentar buscar la identidad del «nosotros» al que pertenece, realiza en verdad una búsqueda de sí mismo. Y es, sin duda, por medio del exilio, en tanto que «desarraigo de la propia tierra», como experimenta el hombre una de sus más radicales crisis de identidad. Rof Carballo lo ha dicho de forma insuperable: «Por madura y formada que parezca la personalidad, el exilio, con lo que en él hay de vivencia desarraigante, es motivo para una nueva ”crisis de identidad” . Crisis fecunda cuando la personalidad es poderosa y des­ cansa sobre un subsuelo firme; crisis patológica, que está en la raíz de males sin cuento [en el caso contrario]... Al sentirse en el exilio con las raíces al aire, el hombre, por bien afincado que esté en la vida, siente la necesidad de ahondar de nuevo en el humus de la patria» 32. El hombre privado de su tierra —ámbito geográfico de su existen­ cia— por el exilio trata de recuperarla intentando penetrar en la iden­ tidad del «nosotros» que define la originalidad de la patria propia. Sin la tierra de la que el hombre es hijo, siente que sus pies se apoyan sobre el vacío de lo extraño, en el que el «nosotros» se ha hecho un «vosotros» ajeno, en el que no se encuentra personal resonancia. El 32. Ibid.

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