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RAICES Y ENTORNO DE LA PERSONALIDAD EN. 165 dad 16— y en su paisaje 17 que es imposible entender la creación pic­ tórica del Greco sin la ciudad imperial: [El esplritualismo de Domenico] «no hubiera encontrado su hora pro­ picia ni antes de que el Renacimiento hubiera dado lugar a la fecunda crisis de la religiosidad europea, ni tampoco medio siglo después, cuando el espíritu del hombre civilizado ponía su proa hacia la racionalización de la vida del siglo xvm . Mas para que su genio floreciese era necesario, además de la coincidencia cronológica, la coincidencia geográfica. En Creta no había ambiente creador. En Venecia conoció a Tiziano, al Tintoretto, al Correggio; los críticos han precisado lo que pudo aprender de ellos, que era mucho por lo que toca a la técnica. Pero su genio místico, de griego y de oriental, no podía madurar allí, al lado de Tiziano o de los otros grandes maestros enchidos de fausto sensual. Menos aún en Roma, con los manieristas que habían sucedido a Rafael y a Miguel Angel y con la religiosidad oficial y acomodaticia del Vaticano. Necesitaba el alma del grego errante, para granar con plenitud, que su ambiente se completase con el factor definitivo, el geográfico; con la vida en un lugar donde el espíritu de la época, es decir, el influjo del tiempo, no actuara disperso, sino infundido en una humanidad concreta y numerosa. Esto sólo ocurría -en España. Y por eso España fue, no el lugar de la "conversión” del Gre- 16. La humanidad a la que Marañón se refiere no es sino el ingente bagaje cultural de constantes cruces de razas: judíos, moros, griegos y visigodos —éstos «cristianos viejos»— hicieron de Toledo «el símbolo de todos los retazos pinto­ rescos y gloriosos en que está urdida la gran capa tendida al sol que es la Pe­ nínsula Ibérica. Eso es Toledo; y por eso es la suma de seis civilizaciones super­ puestas, encrucijada inmortal de todas las culturas, puente entre Oriente v Occi­ dente, albergue de todas las religiones y Roma de España» (Elogio y nostalgia de Toledo, IX , 487). Por eso Toledo fue el clima propicio en el que se desen­ volvieron los cristianos nuevos —judíos conversos— , y en el que encontraron el clima tolerante para la convivencia pacífica las diversas religiones de aquella Es­ paña del siglo xvi. Toledo significa históricamente la expresión de la tolerancia. 17. Para una mejor comprensión del análisis del paisaje toledano de Mara­ ñón he creído de gran utilidad recoger aquí este texto de Laín Entralgo sobre la significación del antivalle geográfico: «En nuestra experiencia sensorial del mundo en torno hay no sólo la relativa saciedad vital del "aquí” y del "allí” , hay también el ansia y la incertidumbre de un "más allá” ; ansia e incertidumbre que se nos hacen especialmente inperceptibles cuando ese mundo es terrea conve­ xidad. Si el valle hace recogida nuestra existencia en el seno de lo que para ella es presente, el antivalle la hace arrojada, la impulsa desde dentro de ella misma hacia la promesa o el peligro que sus ojos corporales no pueden ver. El antivalle, en suma, nos obliga a vivir el presentimiento y la ausencia, y tal es la cifra más central de su emoción y de su estética» (Laín E ntralgo , A qué llamamos Espa­ ña, 27. Subrayados míos). 2

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