PS_NyG_1983v030n001p0079_00840410

82 E nrique R iv e r a La presencia de España en Méjico fue analizada por J. L. Gómez Martínez, haciendo ver cómo ésta se fue abriendo poco a poco: pri­ mero, contra el positivismo porfiriano de principios de siglo; después, contra la tendencia hacia un nacionalismo cultural que surgió en los años largos de la revolución mejicana. En 1922 se empieza a ver en la tesis orteguiana «yo soy yo y mi circunstancia» la respuesta a la circunstancia de la vida nacional. Muy luego ésta halla en El tema de nuestro tiempo, no un camino de contrariedad sino de complementa- riedad, que es reforzado por el tema de las generaciones. Por su parte el investigador checo, Zdenék Kourim, mostró la evo­ lución que ha tenido en la URSS la interpretación de Ortega desde una perspectiva de clase como filosofía de la crisis del sistema capita­ lista hasta llegar a un intento de interpretación serena del «aristocra- tismo social» de Ortega en una exposición objetiva de las líneas de su pensamiento. Los pensadores españoles que abordaron la filosofía de Ortega, fue­ ron los siguientes: J. Vázquez estudió su sociología; J. García Carrasco su pensamiento pedagógico; V. Muñoz Delgado dio una visión de su Lógica Formal; M. Alvarez Gómez hizo ver la interpretación que hace Ortega de la metafísica de Leibniz; F. Flórez, el hegelianismo de Hegel; J. Molinuevo, el entrecruce mental de Ortega y Heidegger. Indudable­ mente supieron los españoles abordar temas de primaria importancia dentro del amplio pensamiento orteguiano. Pero hay que recordar un tema importante no tocado y que F. Larroyo ha puesto en relieve al afirmar que Ortega puede ser considerado como el máximo filósofo de la historia. Sin embargo este tema fue recordado muy de soslayo. De seguro que queda para un futuro próximo. 3. Otros pensadores hispánicos Además de la ya mencionada M. Zambrano, objeto de estudio por M. Laffranque, atrajo la atención de algunos investigadores la egregia figura de Eugeni D’Ors. J. Roura Roca se detuvo en exponer la etapa barcelonesa del filósofo en la cual polarizó éste su atención a los pro­ blemas epistemológicos, manifestando su predilección por los filóso­ fos de formación científica, si bien ponía en primer término a los de una clara tendencia espiritualista como Bergson. L. Jiménez Moreno abordó el tema delicado del saber estético-lúdico de D’Ors, subrayando la fuerza creadora del juego espiritual que tiene lugar en el arte. Por

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz