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La obra t e o ló g i c o -e s p i r i t u a l d e . 35 la edad, las privaciones del destierro, la mala salud los iban encerrando cada vez más en el palacio arzobispal, donde ambos seguían viviendo una modesta vida capuchina. El propio Sanlúcar había testimoniado ya en la carta a que aludíamos más arriba, que «los años, los sufrimien­ tos y las enfermedades han debilitado en gran manera mi salud». Las mismas razones, agravadas aun más, habían movido al arzobispo Vélez a prescindir grandemente de la vida activa a través de la diócesis, refugiándose en las labores dirigentes desde dentro del palacio. Esto movió también a Sanlúcar, que nunca participó mayormente en las funciones del gobierno eclesiástico, a centrarse cada vez más en la vida espiritual y devota, dedicado asiduamente a la caridad: favorecía las iglesias y capillas de parvo patrimonio, a las que ayudaba grande­ mente; empleaba sus rentas episcopales en proveerlas de imágenes, ropas litúrgicas, cera y diversos objetos 19; editaba numerosas novenas que favorecían la piedad popular, y muchas veces las publicaba a sus costas. La muerte del arzobispo Vélez en agosto de 1850, le obligó a retirarse casi totalmente de la vida pública, pasando a habitar una casa de vecindad en la Rúa Nueva, donde vivió aún algunos meses dedicado a esa vida piadosa y recogida. Había hecho testamento en julio de 1849, y desde entonces parecía estar esperando el momento del tránsito definitivo: éste llegó sencillamente el 26 de diciembre de 1851, cuando faltaba mes y medio para que Sanlúcar cumpliera los setenta y un años de edad. Como había dispuesto en el testamento, sus escasos bienes se repartieron entre diversas instituciones y parroquias, en misas por su alma y en algunos donativos a sus albaceas. Estos, como había estable­ cido Sanlúcar, dispusieron fuera enterrado en la capilla de la Virgen de los Dolores, parroquia de San Miguel dos Agros, a la que tenía una gran devoción; más tarde mandaron colocar en la pared de dicha capilla, cerrando su sepulcro, una hermosa lápida sepulcral de bronce —que aún se conserva allí— , la cual desarrolla sintéticamente los ras­ gos más sobresalientes de su vida ministerial en una bella inscripción latina: D. O. M. HIC JACET EXMUS. D. D. FR. EMMANUEL MARIA DE SANLUCAR DE BARRAMEDA, CYDONIAE EPISCOPUS, ET ECCLESIAE COM- 19. Detalle de distintas donaciones en C ouselo , 201-202.

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