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34 C arlos G arcía C ortés obispo auxiliar, que fue una víctima de su fidelidad al superior, sin que le pudieran probar ninguna culpa. De nada le valió a Sanlúcar su inocencia, pues en septiembre de 1836 era embarcado desde La Coruña hasta Cádiz, siendo confinado en Puerto de Santa María; el acoso de sus enemigos le siguió hasta allí, causándole notables violencias, lo que le llevó a pedir su traslado sucesivamente a Sanlúcar de Barrameda y Medinasidonia, donde finalmente pudo cumplir su destierro con rela­ tiva tranquilidad. Ocho años y medio en total permaneció separado de su ministerio episcopal en la diócesis compostelana, teniéndose muy pocas noticias de Sanlúcar en todo ese tiempo. En Medinasidonia pasó la mayor parte de ellos, residiendo al margen de toda actividad pública, dedicado a la vida recogida y devota, sin poder publicar ninguno de los escritos, cuyo material fue acumulando en aquellos penosos años para darlos a la luz al regresar a Santiago. A comienzos de 1844 la nueva política eclesiástica del gobierno de Isabel II, hizo que se subsanaran las dife­ rencias con la Iglesia procedentes de la etapa anterior, indultándose a los diversos obispos deterrados entonces. En enero le llegó a Vélez el levantamiento de su destierro, aunque tardaría varios meses en regresar a Santiago desde su extrañamiento en la isla de Menorca. A Sanlúcar le comunicaron su indulto el 18 de febrero, contestando poco después con un emocionante escrito — publicado en la prensa del momento— , donde testimoniaba los «años de cruda persecución, de padecimientos, de peligros incesantes y de vejatorios insultos», que le había tocado sufrir 18. Tras un largo viaje desde Medinasidonia, pasando por la Corte a rendir homenaje a la reina, llegó Sanlúcar a Santiago los primeros días de mayo de 1844, siendo recibido triunfalmente por las autoridades, clero y pueblo como satisfacción por su injusto destierro. Inmediata­ mente se reincorporó a sus funciones episcopales y al mes siguiente, en que regresó también el arzobispo Vélez, pudieron reiniciar ambos las tareas pastorales tanto tiempo abandonadas: visita pastoral, predica­ ciones, ejercicio de la caridad, relación con el clero, creciente dedica­ ción a la vida espiritual y composición de obras devocionales. Sin embargo, uno y otro prelado ya no estaban para ejercer la acción pastoral con la dedicación de su primera etapa, dieciocho años atrás: 18. La carta fue publicada íntegramente por El Católico (Madrid), de 8 mar­ zo 1844, y reproducida con algunas variantes por C ou selo , 196-197.

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