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L a obra t e o ló g i c o -e s p i r i t u a l d e . 33 Los años siguientes fueron para Sanlúcar un provechoso trasvase de su experiencia americana, ocupándose intensamente en la labor predicadora por toda la región, pero dedicado especialmente a las misiones populares en los arzobispados de Sevilla y Granada. En esta nueva etapa de su vida apostólica, empezaba el P. Sanlúcar a publicar escritos piadosos de carácter pastoral y a componer alguna obra de más altos vuelos teológico-espirituales, que le iban dando fama dentro y fuera de la orden capuchina. Conocido sin duda por un prelado capuchino — pieza clave en la política eclesiástica de su tiempo— , el recién nombrado arzobispo de Compostela fray Rafael de Vélez, le propuso al rey para que fuera nombrado su obispo auxiliar, a fin de asegurarse un fiel colaborador en el trabajo que le iba a exigir su extensa diócesis. La propuesta fue efectiva y en el consistorio del 19 de diciembre de 1825, el papa León X II preconizó a Sanlúcar obispo titular de Cidonia in partibus infidelium, auxiliar de la archidiócesis compostelana; el 9 de abril de 1826 era consagrado en el convento de Granada y a primeros de junio siguiente se incorporaba a su nuevo puesto en la ciudad de Santiago. Desde esta fecha se ocupó de forma absorbente en el ejercicio de las funciones episcopales, desdoblando el recargado programa pastoral del arzobispo Vélez: le ayudó en una detallada visita pastoral que duró casi siete años, dedicándose a la predicación y celebración de sacramen­ tos, promoviendo la vida caritativa y religiosa, aconsejando al clero, sacando tiempo de todo ello para componer nuevas obras espirituales y devocionales, que le iban afirmando como autor serio y renovador dentro de este tipo de literatura. En diciembre de 1835 Sanlúcar se vio implicado en los sucesos políticos que habían provocado la insurrección carlista en Galicia, en la que el clero tuvo una destacada actuación. Esto había costado la prisión y destierro al arzobispo Vélez, así como la de algunos cualifi­ cados eclesiásticos de la diócesis en el mes de marzo de dicho año; posteriores denuncias implicaron también en el tema al obispo auxiliar, por lo que la autoridad militar ordenó su prisión en La Coruña durante varios meses, en los que se le hizo un proceso de urgencia intentando probar su cooperación con los carlistas, cosa que nunca se pudo demos­ trar. Deseosas las autoridades de cortar a los facciosos el apoyo moral y material que les prestaba parte del clero, decidieron un castigo ejem­ plar para los que consideraban instigadores del movimiento y desterra­ ron al arzobispo, a algunos cualificados sacerdotes y, finalmente, al 38

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