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L a o b r a t e o l ó g i c o - e s p i r i t u a l d e . 63 prendas» 67. Más bien creemos que, sin ser una persona de dotes ex­ cepcionales, estaba en posesión de unas cualidades notables, en cuanto a inteligencia, cultura y formación teológico-espiritual, que se tradu­ jeron en una obra si no totalmente renovadora, sí valiosa pastoral­ mente, interesante por su orientación espiritual y, ciertamente, remo- zadora de unas prácticas que entonces constituían el eje de la vida cristiana. No sabemos si a nivel ideológico-político pudiera definirse su mentalidad como reaccionaria, pues su intervención en este campo fue reducidísima y sometida siempre a la del arzobispo Vélez, de cuya fidelidad fue una víctima más por parte del gobierno revolucionario, hasta el punto de costarle un destierro que creemos no había merecido. Por todo lo que antecede, entendemos que de la figura y obra de Manuel M.a de Sanlúcar de Barrameda debe hacerse un estudio más serio del que se ha hecho hasta el momento, bien ambientado en el contexto humano, religioso, ideológico y eclesial en que le tocó vivir. Pensamos que tanto su persona como su obra escrita merecen la aten­ ción de historiadores de la Iglesia y de la espiritualidad, para darlas a conocer con sus valores positivos y limitaciones. En tal sentido, hay dos instituciones eclesiásticas a las que en particular interesaría que fueran mayormente conocidas: la orden capuchina, a la que siempre se honró en pertenecer, y la diócesis compostelana, a la que sirvió con la máxima dedicación posible en sus veinticinco años de ministerio episcopal. Quizás un gran servicio que se podría hacer actualmente a la verdad histórica y a la justicia debida por las instituciones eclesiásticas a uno de sus hombres significados, sería poner de manifiesto objetivamente la obra que él nos ha legado. Y hacerlo principalmente promoviendo la publicación de trabajos monográficos, así como la edición crítica de sus escritos completos — incluso los inéditos— convenientemente am­ bientados por la biografía histórica del personaje. Posiblemente sería ésta la manera de restituirle al lugar que le compete en la historia de la Iglesia y de la espiritualidad, para poder captar las lecciones per­ manentes que nos pueda deparar todavía, por encima de las limitaciones de tiempo y persona que no fue capaz de superar. Carlos G arcía C ortés Instituto Teológico Compostelano Santiago de Compostela 67 . C ouselo , 203 , 194 .

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