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56 C arlo s G arcía C or tés almas entre las que ejercía su ministerio. A esto se refiere Couselo cuando dice de él que «su literatura no es precisamente especulativa, es práctica, y todas sus obras por razón de la materia que tratan dan motivo a que su nombre se coloque entre los escritores místicos» 63. Sanlúcar trataba de transmitir contenidos espirituales mediante su obra escrita, como lo hiciera tantas veces con la palabra, en un afán de llegar de la mejor manera posible al pueblo, pastores de almas y directores de conciencia. Pese al lenguaje y estilo utilizados a veces, no cabe dudar que sus escritos llegaron en muchas otras a sus destinatarios: sacerdotes y pastores, por una parte, pueblo sencillo por otra. Pero, ¿cuál era el objetivo de fondo que se entreveía a través de esta realización pastoral? ¿cuál la idea esencial que se traducía en un tratado o una novena? Manuel M.a de Sanlúcar era un celoso ministro de la gloria divina: los fieles eran vistos siempre por él bajo la pers­ pectiva de una orientación hacia Dios, especialmente mediante la ora­ ción personal y comunitaria, el culto divino y los sacramentos. El epitafio de su lauda sepulcral deja constancia de esta distintiva cua­ lidad de su espíritu: «pietate insignis, sacri cultus amplificator studio- sissimus» 64. Una constante de su actuación pastoral era promover todo lo que mirara al decoro de la casa de Dios y del culto divino: desde sus primeras épocas de vida religiosa, consiguiendo la reconstrucción del convento capuchino de Granada o la creación de iglesias en las misiones americanas; en su etapa de obispo auxiliar de Santiago favo­ reciendo el auge y cuidado de las parroquias y capillas pobres patri­ monialmente; buscando, en todo caso, fomentar el culto de Dios, la Virgen y los santos, tanto con medios materiales (recordemos sus donativos en metálico, objetos litúrgicos, etc.) como a través de la promoción de este culto mediante la publicación de tratados didácticos, devocionarios, novenas y obras piadosas. No se contentaba con favo­ recer las iglesias y capillas menos atendidas, o aquéllas que eran de su personal devoción (capilla de la Soledad en la catedral composte- lana, capilla de los Dolores en la parroquia de San Miguel, iglesia de San Pedro), sino que algunas de sus obras más difundidas se hicieron precisamente a petición de los interesados, o por propio impulso para fomentar y dignificar el culto a Dios y los santos: tal es el caso de las novenas al apóstol Santiago, Santa María Salomé, San Juan Evan- 63. C o uselo , 204. 64. «Insigne por su piedad, celosísimo promotor del culto divino»: cf. texto completo de la lauda en nota 20.

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