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14 E nrique R iv e r a La raíz de la deficiencia de Ortega, al interpretar esta primera crisis se halla en que éste ha contemplado el mensaje cristiano como una ruptura con el mundo antiguo, en contraste con la mentalidad bíblica que lo muestra como plenitud de los tiempos. La Egloga IV de Virgilio, en innegable paralelismo con el pensamiento bíblico, anuncia también un tiempo de plenitud. Sabido es que la apologética cristiana la utilizó con demasiada facilidad para hacer ver que hasta la sibila pagana pre­ sentía el gran Día de la Paz cuarenta años antes de la Nochebuena. Pero si la filología no ha apoyado la interpretación apologética que va de San Agustín a Bossuet —son largos siglos— no cabe duda de que el pensamiento cristiano desde sus primeros días vio el mensaje evan­ gélico no como rompimiento con el mundo antiguo, sino como leva­ dura que lo haría fermentar en masa de buen pan21. Ortega se desentiende igualmente del gran tema cultural que se centra en los llamados orígenes de Europa22. Hoy ya nadie puede des­ conocer que el lema benedictino, ora et labora, es decir, cielo y tierra en mancomunidad de un único anhelo, han construido esto que hoy llamamos orgullosamente nuestra cultura occidental. A San Benito la Iglesia lo ha declarado en nuestros días Patrono de Europa. Lo ha podido hacer sin irrisión alguna ante el hombre culto europeo porque, consciente éste de sus orígenes, tiene que reconocer que su deuda con el lema benedictino es de inmenso volumen. Esto no ha sido tenido en cuenta por Ortega. No ha advertido que si el monje, expresión máxima del hombre cristiano, miraba al más allá con anhelada espe­ ranza, ponía igualmente el azadón al hombro para salir al campo a roturar el más acá de la tierra y hacer de ella el habitat de este hom­ bre que llamamos europeo. No siempre el equilibrio inestable entre el más acá y el más allá se ha mantenido en sus justos límites. Pero sus mismas deficiencias, enormes en ocasiones, nos hablan de la necesidad de completar la visión que Ortega nos da del mundo cristiano. Esta necesidad de com­ plemento no oscurecen las perspectivas de luz propuestas por nuestro 21. Entre la múltiple bibliografía sobre eltema basta citar esta obra funda­ mental: Jean D a n i e l o u , M essage évangélique et culture hellénistique, 1961. 22. Nos remitimos a la monumental obrade Gustav S c h n ü r e r , Kirche und Kultur im Mittelalter, en tres volúmenes, el primero de los cuales hasido vertido al español por J. M. A z a ol a con este título Iglesia y civilización en la edad media, t. I, Madrid 1955. Es el volumen más importante para el tema de los «orígenes de Europa».

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