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12 E nrique R iv e r a al topar una realidad segura en qué afincarse. Entonces la vida aparece ante su mente como una máscara que oculta otra cosa más real, que la funda, completa, explica y justifica. Esta realidad, en refinitiva, no es otra que Dios 14. Desde esta creencia la vida, subraya Ortega, será vivida por el hom- bre bajo una perspectiva nueva. Lo peculiar de esta perspectiva va a consistir en que el hombre se dispone a vivir de espaldas a esta vida y de cara a la ultravida. Ortega simplifica tanto esta perspectiva que llega a afirmar que el mundo cristiano se resume en estas dos palabras: Dios y hombre. Ve en San Agustín al prototipo de este hombre nuevo, del que trascribe este famoso texto: « Deum et animam scire cupio. — Ni- hilne plus? — Nihil omnino» 15. Esta postura es perfectamente lógica, comenta Ortega, en un extremista cristiano, es decir, en un hombre que quiere ser sólo cristiano. En otra ocasión recuerda la actitud de San Pablo cuando vuelve la espalda al mundo cultural griego al procla­ mar que está escrito: «Destruiré la sabiduría de los sabios y desecharé la prudencia de los prudentes» ló. Es decir; que según Ortega el cris­ tianismo auténtico, el fiel a su primera hora, es un cristianismo de trascendencia, un cristianismo del más allá. De tal suerte que la espe­ ranza que inyectó en el mundo antiguo fue a costa de que el hombre se desinteresara de lo de acá. Ortega juzga insuperable la escisión entre el mundo de aquí abajo y el de la trascendencia. Llega a afirmar que el cristianismo, en sus conatos de acercamiento, peor de compromiso, en­ tre los dos mundos es una contradicción en su misma esencia. Por ello, de modo muy reflejo, dictamina: «Aquí tienen ustedes por qué en una lección anterior me atrevía yo a decir que cuanto se ha llamado filoso­ fía cristiana ha sido más bien una traición intelectual que la auténtica intuición de Cristianismo». Ortega, muy lógico con esta postura básica, nos hace ver en escenas ulteriores, la segunda y la tercera, cómo el cristianismo entra en com­ ponendas con un pensamiento extraño que lo falsifica. Anselmo de Aosta vino a ser en el siglo xi «el extremismo cristiano (que) empieza a pactar con el hombre y la naturaleza que comenzó por excluir» 17. Culmina este pacto en el mediodía del tomismo cuando Tomás de Aquino es- 14. Obras Completas , V, 125. 15. O. y /. c., 126. El texto de San Agustín se halla en Soliloquia, lib. I, c. 2, n. 7. 16. Obras Completas, V, 105. 17. En torno a Galileo. Lección X, en Obras Completas V, 128-129.

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