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L a s t r e s g r a n d e s c r is i s d e . 11 ma Ortega, en la interpretación cristiana de la vida. Antes, sin embargo, de analizar esta solución esperanzadora que nos presenta el filósofo, creo necesario completar su análisis, explorando otra vertiente que Ortega no considera, pero que creemos tan primaria como la descrita para penetrar en la más honda sima de aquella crisis. La vertiente a que aludimos se refiere al hedonismo que impregnaba la vida diaria del mundo antiguo. La corriente filosófica que expuso y potenció el hedonismo integral fue la de Epicuro, cuyo doctrinario no suscita en Ortega el menor interés. Tal vez le pareció esta doctrina demasiado a ras de tierra. Y, sin embargo, se hallaba entonces en plena vigencia. San Pablo impugna en sus cartas la doctrina hedonista de modo reiterativo. La literatura clásica ha recogido la frase del poeta Horacio, cuando a sí mismo se clasificaba con estas palabras: «Epicuri de grege porcum» 12. Esta ver­ gonzosa expresión refleja un modo de vivir demasiado frecuente en aquella época. Ante esta segunda vertiente de la vida del mundo antiguo, que no ha merecido la atención de Ortega, razonamos por nuestra parte que si la desesperación puede llegar por las serranías de la inteligencia que busca y no encuentra, ésta se halla más a la vera del hombre cuando éste toma el camino del placer. Un hedonismo descarado tomó posesión del hombre antiguo en la clase dirigente y en el pueblo. Este gritaba por la calle: «Panem et circenses». Y los que pasaban largas horas en opulenta cena sentían en su alma el terrible escozor del «taedium vitae», expresión que ellos mismos acuñaron para significar la pavorosa deses­ peración que los corroía 13. Así pues; el placer físico y la angustia mental vinieron a ser fuentes letales de una amarga desesperación. La interpretación cristiana de la vida quiso secar esta doble fuente. Una visión adecuada de esta primera crisis no lo puede ignorar. Pero en esta reflexión, comentario a Ortega, nos tenemos que limitar a la primera de las vertientes, la más digna de ser tenida en cuenta por todo pensador. La lección X del ensayo, En torno a Galileo, resume Ortega lo que él llama estadios del pensamiento cristiano. Va desarrollando estos esta­ dios cual si se tratara de una grandiosa obra teatral. En la primera escena aparece el hombre antiguo, quien supera su desilusionado vivir 12. Epistolarum, lib. I, IV, 16. 13. Cf. A ulo G elio , Noeles Atticae, lib. XII.

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