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L a s t r e s g r a n d e s c r is is d e . 9 Para hacer comprender este tema Ortega nos lleva con lenguaje sumamente delicado a una alquería en la que al visitante se le muestra un magnífico ejemplar de cerda. Doce lechoncitos se hallan clavados en su respectiva ubre, extrayendo su jugoso alimento. Pero he aquí que uno de ellos deja su respectiva ubre y realiza un correteo des­ gastador, molestando a los otros a los que intenta arrebatar su precioso manjar. El correteo desgastador del pequeño animalito es para Ortega el símbolo de la crisis histórica. Hay momentos en los que la conciencia humana deja de alimentarse del manjar que una tradición le brindaba y ahora no tiene nada de qué poder nutrir su espíritu. Todo el que haya tomado contacto con alguna conciencia desgarrada sabe del agota­ dor sufrimiento del que busca sin hallar. Busca porque perdió la ubre espiritual nutritiva en un momento de crisis que perdurará mientras no halle otra fuente en que beber6. Mas es de advertir que la crisis en la interpretación orteguiana es siempre transitoria. Es un momento de vacío espiritual. Y el vacío horroriza a la existencia humana. A esto se debe el que en el desarrollo de toda crisis fermenten gérmenes oscuros de nuevas tendencias posi­ tivas. Esta nueva fe, imprecisa aun como luz de madrugada, va poco a poco estabilizándose hasta llegar a convertirse en nueva creencia. La nueva creencia viene a reemplazar la antigua en ese momento peculiar en el que tiene lugar la solución de la llamada crisis histórica 7. Precisado este concepto de crisis, Ortega señala tres fundamentales en nuestra civilización occidental: la del mundo antiguo, la del mundo medieval y la del mundo moderno. Detengámonos en exponer cada una de ellas. I.—LA CRISIS DEL MUNDO ANTIGUO Ortega resume en dos apretadas líneas la primera crisis de nuestra cultura cuando escribe: «El hombre, en una circunstancia o situación desesperada, se hace cristiano, es decir, reacciona con la interpretación cristiana de la vida» 8. Señalan estas palabrasel término a quo del mun­ do antiguo, que es la desesperación delhombre, y eltérmino ad quem, que es la solución cristiana. Muy luego nos dirá que esta solución con- 6. Obras Completas, V, 58. 7. Obras Completas, V, 71. 8. En torno a Galileo. Lección X, en Obras Completas, V, 124.

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