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L a s t r e s g r a n d e s c r i s i s d e . 23 ceptos que anulen su propia e inevitable identidad» 44. Ortega renuncia a los dos largos milenios en los que la razón ha buscado el concepto fijo del ser para buscar una nueva razón que le ilumine en su camino. Tres nombres ha recibido esta razón en la obra orteguiana: razón vital, razón histórica y razón viviente. Con mucha reflexión, J. Marías se ha hecho cargo de ello y hace ver que la razón viviente por ser viviente es vital, y por ser vital es histórica 43. No damos especial importancia a esta distinción, pues se hallan implicadas estas tres razones. Pero es muy de notar el modo y la manera cómo actúa esta razón qué debe declarar lo que es el hombre. Esta declaración no puede venir, según Ortega, por la conocida filosofía del concepto: «homo est animal rañó­ nale». Esta definición no nos dice nada de lo que el hombre realmente ha sido en su devenir histórico, ese devenir que nos aclara lo que el hombre es hoy. Ahora bien; este devenir sólo puede ser dilucidado si la razón, en vez de elaborar conceptos, se pone a contar, a narrar el historial de su pasado. «En suma, afirma Ortega, la razón consiste en narración. Frente a la razón pura físico-matemática hay, pues, una razón narrativa» 46. El discípulo-comentador, J. Marías, explícita el tema con estas palabras: «El único modo de ser de la vida es vivir; y el único modo de hablar de ella es contarla. La narración es la forma de presentación o patentización de la vida humana en su articulación interna, en su conexión viviente» 47. Con estos textos explícitos queda aclarada la solución que propone Ortega a la crisis de hoy desde la vertiente gnoseológica. Más de un espíritu la verá rozando el relativismo, si no ya inmersa en él. Algún otro advertirá que no es muy compatible la repulsa de Ortega hacia todo fixismo conceptual y su inicial intento de definir la crisis histórica como categoría. ¿Hay un concepto que rezume más fixismo en toda la historia del pensamiento? Sobre la solución de nuestra crisis desde la vertiente axiológica, unas líneas de Ortega nos introducen in medias res de este nuevo tema. Dice así: «La verdad es histórica. Cómo, no obstante, puede y tiene que pretender la verdad ser sobrehistórica, sin relatividades, absoluta, es la gran cuestión. Muchos de ustedes saben ya que para mí el resol- 44. O. y /. c., 35. 45. Introducción a la Filosofía, 7.a ed., Madrid 1961, 169. 46. Historia como sistema, en Obras Completas, VI, 40. 47. Introducción a la Filosofía..., 176.

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