PS_NyG_1983v030n001p0007_00250410

L a s t r e s g r a n d e s c r i s i s d e . 21 Ortega cita a propósito bien distinto la obra de P. Hazard, La crisis de la conciencia europea. La cita de Ortega y el que haya merecido el ser traducida por J. Marías avalan la calidad de la obra. Sin em­ bargo no ha sido utilizado por Ortega en esta ocasión, pues le viene muy mal para su ateísmo anticipado. La tesis fundamental de P. Hazard nos dice que el hombre occidental muere cristiano con el siglo xvn y despierta deísta con el xvm 38. Del deísmo se ha dicho que es un sistema filosófico que no ha tenido tiempo de hacerse ateo. Es decir; que el agresivo anticristianismo que se cuece en el siglo xvm no fue todavía capaz de expulsar definitivamente a Dios, lo cual tendrá lugar en los sistemas filosóficos del siglo xix, idealistas, positivistas o marxistas. En conclusión; una dirección del Renacimiento toma la curva del ateísmo; se acentúa esta curva en los siglos siguientes hasta llegar en el siglo xix a enfrentar filosofía y ciencia contra Dios. Las etapas de este proceso son muy importantes. Pero el no precisar su sucesión puede dar lugar a perspectivas falsas de estos siglos que tanto nos interesa conocer. Ortega, meritorio en sus muchas clarividencias, puede, sin embargo, inducir a juicios globales históricamente inconsistentes. III.—LA CRISIS DEL MUNDO MODERNO La tercera crisis, la del mundo moderno, la actual, tiene su raíz en que la razón físico-matemática fue incapaz de afrontar los problemas humanos, al buscar en el hombre lo que éste tiene de naturaleza. «Y claro está, razona Ortega, no la encontraba, porque el hombre no tiene naturaleza» 39. El hombre no es ninguna cosa, es un drama. Ante sí se encuentra con «puras dificultades» o «puras facilidades». De aquí el que cada cual tenga que hacerse su vida. Inventársela. El hombre es causa sui en segunda potencia. En medio de las posibilidades que tiene a su mano o que él mismo se inventa, ha de elegir. De esa su elección surgirá su propia vida, en plenitud o en frustración. Lo peculiar de esta vida para Ortega es que se halla ineludible­ mente sin arrimo, sin asidero. El hombre moderno, que paulatinamente perdió su fe en la Transcendencia para agarrarse a su razón fisico­ matemática, pierde ahora la fe en ésta. ¿Qué le queda entonces? Y Ortega responde, estilo profeta bíblico: «Me queda mi vivir, mi 38. Referencia completa de esta obra en n. 2. 39. Historia como sistema, en Obras Completas, VI, 32.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz