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L a s t r e s g r a n d e s c r is is d e . 17 del siglo xvi. César Borgia fue el prototipo del nuevo bárbaro que florece súbitamente en medio de una vieja cultura. Es el hombre de acción. En la historia, tan pronto como comienza a aparecer el hombre de acción, sobreviene un período de rebarbarización... El hombre de acción surge en el horizonte en el albor de toda crisis» 30. Pienso que estas dos notas, positiva una, negativa otra, definen con toda precisión la idea que Ortega se forjó del Renacimiento como tiem­ po de crisis histórica. Sobre su solución Ortega piensa que el paréntesis de inquietud, vacilación y búsqueda se abre a fines del siglo xvi a un amplio círculo que se caracteriza porque sus hombres viven de la fe en la razón31. A continuación se pregunta Ortega en qué consiste esta fe. Y por res­ puesta nos manda abrir el Discurso del Método para leer en él estas palabras: «Sólo con cuidar de no recibir como verdadera ninguna (cosa) que no lo sea y de guardar siempre el orden en que es preciso dedu­ cir las unas de las otras, no puede haber ninguna tan remota que no quepa a la postre llegar a ella, ni tan oculta que no la pueda descubrir». Alborozado ante las mismas, Ortega las comenta en estos términos: «Estas palabras son el canto del racionalismo, la emoción de alborada que inicia toda una edad, eso que llamamos Edad Moderna. Esa Edad Moderna de la cual muchos piensan que hoy asistimos nada menos que a su canto de cisne»32. Dejemos a un lado las últimas palabras que preanuncian la tercera crisis. Sobre ellas volveremos muy luego. Ahora detengámonos a per­ cibir, nos lo pide Ortega, el tono de enérgico desafío al Universo, la petulancia mañanera de las magníficas palabras de René Descartes. Para el filósofo francés no hay problema que no sea soluble. En el mundo no hay ya arcanos. El mundo se torna transparente hasta en sus últimos entresijos. El hombre va, por fin, a saber la verdad sobre todo. Basta con que no se azore ante la complejidad de los problemas. Si usa con serenidad y dueño de sí el aparato de su intelecto, sobre todo si lo usa con buen orden, hallará que tiene en su razón el poder de convertir en cristal de luz lo más opaco, penetrándolo con el análisis y haciéndolo así patente. En este momento de su reflexión Ortega evoca sin men­ cionarlo al viejo Parménides y advierte que para Descartes, como para 30. En torno a Galileo. Lección VI, en Obras Completas, V, 76. 31. Historia como sistema, en Obras Completas, VI, 15. 32. O. y l c.t 16. 2

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