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598 V icente M u ñ iz R odríguez agraciado, ya que intentando probar su humildad, le dice: «Tú no eres hermoso de cuerpo...». Esta misma apreciación hace Tomás de Espa- lato, al afirmar que no «era nada bello» 7. Dos pinturas conservan el aspecto corporal del santo, dignas de ser mencionadas: el fresco de la Santa Cueva de Subiaco y el que Cimabue realizó para la basílica de Asís. En ambas se refleja la descripción hecha por Celano. San Buenaventura nos relata, además, que esta contextura corporal fue afligida con los dolores de aguda y prolongada enfermedad. Esta aparece ya en su conversión y, al final de su vida, le vemos afectado de innumerables achaques de los que apenas se libra parte de su cuerpo8. En la dimensión moral y psicológica, San Francisco estuvo dotado de cualidades singulares. Entre ellas, hay que hacer resaltar las que fundamentalmente integran la personalidad humana: las intelectuales, las volitivas y las afectivas. Cierta tradición literaria hace hincapié en la «ignorancia» y «esca­ sez» de letras de Francisco. Para ello, pone de relieve que el santo gustaba llamarse a sí mismo hombre «idiota» e «iletrado», deseando ser tenido por tal. Igualmente, destaca las expresiones que, en sus escritos, parecen contrarias a la ciencia. Y recurre, en última instancia, a los conflictos que la Orden tuvo, ya desde sus comienzos, en la erección de casas de formación para sus aspirantes. Resultado de esta tradición literaria es la imagen de Francisco como la de un santo cuya ingenuidad y sencillez maravillosas procedían de su estulticia. Los biógrafos e historiadores del Pobrecillo de Asís, en cambio, nos han transmitido una situación bastante diversa. Por ellos, sabemos que Francisco estudió en la escuela, que entonces se cobijaba en la iglesia extramuros de San Jorge, el catecismo y las primeras letras; allí, aprendió a leer y a escribir, adquirió conocimientos del francés y del latín, familiarizándose, además, con la poesía y música de su época. De la Sagrada Escritura tuvo una sabiduría fuera de lo normal, para un hombre que no la había estudiado directamente ni se había especializado en ella. El calificativo de «iletrado» e «idiota» alude sim­ plemente al hecho de que Francisco no consiguió grado académico uni­ versitario alguno. Y las expresiones que, en sus escritos, pueden pare- 7. Luis de Sarasola, San Francisco de A sís, Madrid 1929, 494. 8. LM 1 , 2; 5, 8; 14, 2.

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