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596 V ic e n t e M u ñ iz R odríguez sionada, el diálogo entero VI de La conquista del espiritual y secreto reino de Dios. Si San Buenaventura y Juan Duns Escoto han sido considerados como «las conciencias filosófico-teológicas de San Francisco», puede con rigor afirmarse también que Fr. Juan de los Angeles representa su expresión mistica. Y es precisamente esta última afirmación la idea motriz del presente estudio y la que configura su elaboración. Nuestro propósito, pues, tiende a poner de relieve cómo la vida espiritual de San Francisco y su experiencia mística se desarrollan y transforman en cuerpo doctrinal sistemático en Fr. Juan de los Ange­ les. Con máxima fidelidad y cariño incontrastable. Para lograr esto, se ha dividido el estudio en tres partes. En la primera, se examina la personalidad del Santo de Asís y su experiencia de Dios; en la segunda, se exponen las líneas maestras de la concep­ ción mística de Fr. Juan de los Angeles y, en la tercera, se contempla la impresión de las llagas de San Francisco como el resumen y com­ pendio de tal doctrina, según ya se ha indicado en líneas más arriba. I.—LA PERSONA DE SAN FRANCISCO DE ASIS El santo de Asís ha cautivado, y todavía cautiva, a hombres ubica­ dos en los ámbitos culturales más contrapuestos: católicos, protestan­ tes, marxistas e, incluso, ateos. Suscita en todo tiempo entusiastas incondicionales. Es conocida la ditiràmbica alabanza que de él hace E. Renán: «después de Jesús, Francisco de Asís ha sido el único cris­ tiano perfecto» 5. Motivo nada despreciable de esta seducción es entre otros la ambientación mítica en que se ha situado la persona y el mun­ do de nuestro santo. Su figura, predicando a flores y pájaros, pacifican­ do a hombres y lobos, con un mensaje de bondad y comprensión, tras­ pasado, como Cristo, por cinco clavos expresivos del amor, nos coloca en un universo idílico que subyace en el deseo inconsciente, y que sabemos imposible, de todos. San Francisco nos conduce, como de la mano, al paraíso terrenal perdido. Quien, sin embargo, desee acercarse con un poco de rigor histó­ rico a esta personalidad, orgullo de la historia humana, ha de romper con este clisé tan manido. Ha de prescindir, ante todo, de una visión 5. Nouvelles études d’histoire religieuse, Paris 1884, 351.

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