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P r e s e n c i a d e S an F r a n c is c o d e A s í s e n . 621 De este conocimiento, se pasa a la unión amorosa, ala posesión fruitiva de Dios por el alma. El hombre consigue, en susituación de destierro, un momento de felicidad igual al de los bienaventurados del cielo. Y la transformación del alma en Dios se verifica de manera real, física, ontologica. No por reducción del alma a su idea esencial divina, sino por participación en lavida misma de Dios. En la experiencia mística, en su estado habitual, estatransforma­ ción es, según dice Fray Juan de los Angeles, «de voluntades y de ánimos y de corazones por conformidad de costumbres y comunicación de fo rtun as»48. Es la transformación de que nos habla el Apóstol: «vivo yo, mas no yo; es Cristo quien vive en mí». Pero existen dos transformaciones milagrosas del amor. Una por la que Dios se convierte en hombre y, otra, por la que Francisco se cristifica. Estos hechos transformativos, en su carácter de milagrosos por razón de la fuerza inmensa del amor desbordado, las describe nues­ tro autor con estas preciosas expresiones: «Tenía Dios dentro en su corazón al hombre sacóle afuera el amor, haciéndole parecer y ser hom­ bre. Tenía San Francisco dentro de sí a Cristo llagado y en la cruz, por continua meditación e imitación, y sacóle afuera el amor; y apa­ reciendo Cristo desapareció Francisco, porque no ya Francisco, sino Cristo regía y gobernaba aquel cuerpo y alma bienaventurada de Fran- 49 CISCO» . Estos son los dos únicos hechos milagrosos del amor transforman­ te, constatados por la historia y reconocidos por la Iglesia. La fuerza motriz, como hemos repetido insistentemente, hasido ladel amorque dirige toda la vida espiritual. Pero, ¿cómo losquesiguen a Cristo, no consiguen también esta misma experiencia? Sencillamente, porque el amor nuestro para con Dios es vulgar, común, ordinario. En cambio, el amor de Francisco era un amor extático, seráfico y fruitivo. De aquí fue «el sacar en el cuerpo del glorioso padre la figura que de Cristo traía en el alma, para que se pareciese en todo a Cristo, el que tan de veras ardía todo en su amor» 50. Aquí estancó Dios el amor y acabó su triunfo. La unión de Cristo con Francisco la compara nuestro autor a la que existe entre el alma y el cuerpo. Cristo fue el alma de Francisco y, 48. Conquista del Reino de Dios, diálogo 6, párrafo 5, 100. 49. O. c., diálogo 6. párrafo 1, 97. 50. O. c., diálogo 6, párrafo 5, 100.

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