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620 V ic en t e M uñ iz R odríguez Podríamos resumir el itinerario del alma del santo de Asís, ha ciéndole coincidir con el desarrollo de la doctrina espiritual de nuestro autor. Especialmente en tres punto: unidad y armonía antropológica, visión de Dios y el amor que, superando la atracción de las crea turas, eleva al hombre a la participación habitual de la vida divina. Un repaso a los dos primeras partes de este estudio es suficiente para ver y aceptar las coincidencias. De manera particular, en cambio, quisiera tratar más en detalle la experiencia actual o éxtasis, según Fray Juan de los An geles lo aplica a la visión que del serafín tuvo Francisco en el Alverna. En el éxtasis, tacto divino, b eso de amor y muerte —términos to dos con que se designa el mismo fenómeno—, el alma enamorada de Dios, ya transformada en El, se siente movida por un amor que ella padece como insaciable, insuperable, inseparable y de mayor compene tración y unión de la que ya posee. No puede decir, en su experiencia espiritual, basta, porque le falta tener a Dios como es en sí, tenerle en su propio ser y esencia, dado que en la transformación mística habitual sólo lo tiene por semejanza. Unicamente la liberalidad divina puede colmar estos deseos del alma. Ninguna industria ni artificio humano, ni siquiera el mismo fer vor de la caridad, puede llevar al alma a ese tacto suavísimo, a ese «toque de Dios al alma». Cuando éste se produce, nos encontramos ante algo real, perceptible y sentido por el alma. No con un engaño falaz o una fantasía de la imaginación. El alma, entonces, tiene una persuasión tan firme de que es Dios quien la toca, que no hay certeza superior a ésta, ni razón que la pueda convencer de lo contrario. Fray Gil de Asís, tocado por Dios de esta manera, decía que ya no necesitaba de la fe y que si fuera sacerdote, al celebrar no diría «credo in unum Deum», sino «conozco, poseo a Dios» 46. Pero, ¿cómo toca Dios al alma? Fray Juan de los Angeles, igual que los restantes místicos, afirma la inefabilidad de la experiencia. No obstante, dice que «el tacto divino, sentido en la fuerza superior amativa, eleva al entendimiento para conocer a Dios con admirable claridad» 47. Y la claridad es tanta que la razón comprende sin saber cómo y sin poderse expresar en palabra humana. Ni ojo vio, ni oído oyó, dirá el místico con San Pablo. 46. J u a n de los A n g e l e s , Lucha espiritual..., parte segunda, cap. 16 362. 47. Manual de vida perfecta, diálogo 4, párrafo 8, 221-222.
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