PS_NyG_1982v029n003p0593_06220410
618 V ic e n t e M u ñ iz R o d rígu ez ción. Esto se evita en los grados del recogimiento perfecto. Así, en el tercer grado: «se olvida uno de sí mismo sin saber adonde está; y cuando desde ha rato vuelve el alma sobre sí, pregunta a su cuidado que de dónde viene y qué es lo que ha hecho, mas no puede caer en ello. Este recogimiento es muy bueno y suele convertirse en hábito, por lo cual es muy fácil a los que en él se hallan el recogerse y morar consigo»41. Aquí se tiene un objeto solo, Dios. No falta, sin embargo, la conciencia de la propia actividad. Mientras se tiene la atención refe rida, el alma sabe que conoce y que conoce a Dios. Pero tal conciencia no es un acto distinto del mismo atender al objeto. El entendimiento, aquí, está «callado y sosegado, acechando lo que pasa, como quien no hace nada; y aun parece que el alma no querría que hubiese ni aun aquello, sino morirse en el Señor toda y perderse allí». Este deseo del alma parece que se cumple en un instante in apreciable. «Algunas veces acontece que totalmente cesa el entendi miento, como si el alma no fuese intelectual» 42. En este instante in apreciable se verifica el contacto experiencial con Dios. Queda el alma como si no fuera intelectual, tocando a Dios por solo amor. En este recogimiento el alma tiene conciencia de que ama; conciencia del amor fruitivo de Dios. Se ha producido, así, la unión mística y el éxtasis. Además de este tipo de recogimiento, existe otro que pudiera deno minarse «habitual». Se funda en la ley psicológica establecida en Los Triunfos, que afirma que la cosa amada principalmente sólo puede ser una. Y que este amor principal tiene el poder de reducir a unidad los demás amores y afectos. Quien con afecto principal, íntimamente sen tido y fuerte, ama a Dios, siempre va recogido en Dios, siempre tiene atención a El, ya trabaje, medite o contemple. «El que desta manera vive, siempre halla en sí mismo una simple, amorosa y continua pro pensión, inclinación o respeto a Dios, la cual ninguna criatura le puede impedir, porque excedió las acciones de todas las creaturas y de todas las cosas prósperas o adversas, y, al fin, toda mutabilidad»43. De manera muy sucinta se ha descrito la doctrina mística de Fray Juan de los Angeles: Dios, el hombre y su unión con Dios a través del amor transformante y fruitivo. Una mirada comparativa de estas dos partes del estudio basta para mostrar la correspondencia entre el 41. J uan de los A n g e les , Conquista del Reino de Dios, diálogo 10, oárra- fo 5, 144. 42. O. c., diálogo 10, párrafo 6, 145. 43. O. c., diálogo 10, párrafo 13, 150; A. Torro, o. c ., t. II, c. 8.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz