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594 V ic en t e M uñ iz R odríguez en su andadura mojones franciscanos significativos. Y en todos se veri fica el mismo proceso: vuelta al siglo xm para retomar al Santo de Asís y hacer una relectura de su testimonio existencial, con el propó sito de hacerle presente y vivo en cada página de la historia. Y , a pesar de la múltiple y diversa tarea franciscana de siglos, queda siem pre algo de Francisco en un halo misterioso e inalcanzable. Algo que se les escapa a sus seguidores y que es como una fuente inagotable en la que se origina y bebe toda nueva versión de su espíritu. El está inmanente a todo movimiento franciscano, pero también muy por enci ma de él. De esta suerte, resulta que el franciscanismo es lo que han hecho con la persona y el carisma original de Francisco sus seguidores: un filósofo-teólogo a pesar de su situación de «iletrado»; un revoluciona rio social, en contra del saludo por él practicado de «paz y bien»; un artista genial, aunque no nos haya dejado ninguna obra de arte. Quienes se han acercado más a su experiencia espiritual son los que mejor han comprendido su aventura existencial y nos han legado la posibilidad de revivirla en nosotros. Los escritores místicos francisca nos son el trasunto más fiel, en que el rostro de Francisco y su misterio se han dejado apresar. Pero, entre todos ellos, nadie como Fr. Juan de los Angeles nos los ha transmitido con mayor claridad y nitidez. A este respecto, llama la atención el hecho de que todos los mís ticos franciscanos de nuestro siglo de oro —Osuna, Laredo, Alonso de Madrid, Juan de Pineda, Pedro de Alcántara— no visualicen de modo directo e inmediato al santo incomparable de Asís. Sus doctrinas espirituales se mueven en la órbita de su espíritu, pero nadie se dedica a plasmarlo en sus escritos, haciendo identificar la experiencia personal de Francisco con su concepción mística. El «pobrecillo de Cristo» aparece en escasas ocasiones, aducido más bien como modelo y ejem plar que como protagonista, en estas obras espirituales. Excepto Fr. Juan de los Angeles, ninguno dedica una página entera y, mucho me nos, un capítulo a mostrar cómo el compendio de su doctrina se en cuentra en la experiencia mística de San Francisco. A título ilustrador, Fr. Alonso de Madrid le cita en su Arte para servir a Dios, solamente dos veces y de pasada; el P. Osuna, otras dos en Ley de Amor Santo 2. 2 . A lonso de M adrid , Arte de servir a Dios, M adrid 1948 , t. I, 158 y 180 ; en este mismo tom o de m ísticos franciscanos, F rancisco de O suna , Ley de Amor santo, 327 y 368 .
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