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P r e s e n c ia de S an F ran c isco de A s í s e n .. 611 Dios en la cárcel del cuerpo» 31. No deben, sin embargo, engañar ésta u otras expresiones similares. Porque, en el fondo, nuestro autor es convencido aristotélico en el tema de las relaciones entre alma y cuer­ po. Aquélla es forma sustancial de éste y, como tal, está dotada de dos apetitos, uno de los cuales es el de unirse al cuerpo con nudo indivi­ sible y el otro, tender a la unión con Dios. Entre las potencias del alma —entendimiento, memoria y voluntad— y el alma misma no se da distinción real. En este punto, Fray Juan de los Angeles es esco- tista: «el ánima en su substancia es simple y las virtudes della, unidas en ella, son muchas; y por modo indivisible, adonde quiera se divierte toda» 32. Lo que diferencia al hombre de las demás creaturas y le confiere estatuto original propio es el entendimiento y la voluntad. En el en­ tendimiento encontramos la dimensión del intelecto agente y la del paciente, como explicativas de su actividad intelectual. Merced a ellas el hombre conoce de tres maneras: por cogitación, meditación y con­ templación. La primera tiene como objeto el pensamiento vago y vano. La segunda busca y halla la verdad con fatiga de discurso y laborio­ sidad racional. La tercera intuye con paz los objetos. La voluntad debe de ser considerada superior al entendimiento en dignidad y riqueza ontologica. Toda la doctrina voluntarista del pensa- samiento franciscano queda patentizada en los escritos de Fray Juan de los Angeles. Me atrevería a decir, incluso, que toda su teología mística no puede concebirse sin acudir a esta categoría. La voluntad es superior al entendimiento y a cualquier otra potencia, por ser la única facultad que posee dominio sobre sus actos propios y sobre los actos de las potencias restantes. Puede querer o no. Y , cuando quiere, tiene pleno señorío sobre su querer. La expresión de escuela «voluntas vult, quia vult» refleja nítidamente esta situación. La voluntad puede querer con tal intensidad o ardor que no decline jamás en su acto volitivo de lo amado. Puede, así, querer con libertad, pero inmutable e indefectiblemente. Y esto ocurre con los bienaventurados en el cielo y a esto aspiran las almas místicas, con la gracia de Dios. Sobre este substrato ideológico, que pudiéramos considerar expli­ cativo de la antropología física, se levanta una visión metafisico-teo­ logica del alma. En efecto, ésta además de ser concebida como forma 31. A. T o r r o , o. t. II, 17. 32. Id., o . c.t t. II, 32

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