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610 V ic e n t e M u ñ iz R odríguez con una suerte de noche oscura, semejante a la de Cristo en Getse- maní, no haciéndosele presente. El amor del alma no descansa en el amor a Dios, porque en este tiempo ni le siente ni le conoce; no des­ cansa, tampoco, en las creaturas, porque ni la deleitan ni son de su gusto. «Yo pienso —dice Fray Juan de los Angeles— que si en esta vida se diera infierno, no podría ser más riguroso, ni más atormenta­ dor que amar intensamente un alma a Dios y carecer de todo punto de E l» 28. De lo que se trata, sin embargo, en esta experiencia no es de la falta del amor de Dios, sino de la ausencia de su «noticia y rastro» dentro de sí. Esta situación se solventa a través de una puri­ ficación y criba del amor. Este se depura de todos los elementos de voluntad y egoísmo propio y se transforma en pura ofrenda oblativa. Se convierte en solo y únicamente don. El alma, así, al salir de esta noche oscura se encuentra que descansa en Dios y no en el interés propio. De esta manera, «el que ama padece, el amado obra y el amor dispone. Yo, si te amo a ti, me transformo en ti, y si tú me amas a mí te transformas en mí; lo cual no se puede hacer si no entra de por medio el am o r»29. Tanto amó Dios al hombre que se hizo hom­ bre; tanto debe amar el hombre a Dios que debe transformarse en El. En esto consiste, en resumen, la vida mística: la obra del recí­ proco amor entre Dios y el hombre. 2. Antropología en la obra mística de Fr. Juan de los Angeles Para llegar a Dios — nos enseña Fr. Juan de los Angeles— no necesita el hombre salir de sí mismo, sino entrar en su interior, doblar­ se sobre sí, recoger en uno sus potencias y plegarlas sobre su intimidad, donde no hay imcigenes de cosas creadas, sino la de sólo el Criador30. El primer paso, pues, del místico es la reflexión, la consideración del propio ser y de su actividad. El nosce te ipsum de los antiguos es el punto de partida de la mística. De aquí la necesidad de adentrar­ nos en la concepción antropológica que subyace en los escritos de Fray Juan de los Angeles. La concepción dualista platónica del hombre encuentra en nuestro místico marcadas resonancias. El hombre está constituido por alma o espíritu y cuerpo. Como en Santa Teresa, «el espíritu está puesto por 28. Lucha espiritual..., parte segunda, cap. 7, 332. 29. Conquista del Reino de Dios, diálogo 6,párrafo 5, 100. 30. O. c., diálogo 1, párrafo 3, 42.

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