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P r e s e n c ia de S an F r a n c is c o de A s ís e n . 603 No se trata, pues, de un estar «frente a las cosas», de un realizarse personal en lucha con lo existente alrededor hasta conseguir su conquista y manipulación en beneficio propio. Se trata, más bien, de una co municación, de una con-vivencía, de un situarse de Francisco dentro del universo, para ser con él recapitulado en el amor de Cristo. Un ascenso mancomunado de hombres y de cosas hacia la Divinidad. El filósofo personalista L. Lavelle hace de la Presencia Total, la categoría fundamental de la perfección humana. A través de lo coti diano, la Presencia Total, que es Dios, da consistencia a nuestro ser y sentido a su tarea existencial. Esto se verifica en Francisco de manera cualificada 19. En él, es abolida la distancia, la trascendencia de lo Ab soluto, en favor de su inmanencia: de su dejarse ver y contemplar en la faz del universo y, especialmente, en el rostro humano. Y, de este modo, se posibilita el encuentro de Dios con el Hombre y el trato pre sencial entre ambos. El acercamiento a Francisco, desde estas categorías de presencia y encuentro, puede considerarse también en ópticas de filosofía de len guaje. En efecto, el significado y sentido de una existencia solamente pueden ser entendidas e interpretadas, cuando poseen plenitud expre siva. Y ésta únicamente lo es en el amor y en la libertad. Tener sen tido y significado supone elección y opción: entre varios fines, se escoge y quiere uno. Y, cuando se expresa, se nos revela el querer, en su aspecto primordial, y el conocimiento, de forma secundaria. En la persona humana, esto se verifica, en cuanto es palabra reci bida y receptáculo todo del amor de Dios, que es quien la pronuncia y fundamenta radicalmente. Y dijo Dios: «hagamos al hombre, a nuestra imagen y semejanza» (Gén 1, 26). El hombre es una palabra de Dios, fruto de su amor y libertad. Igualmente, el universo entero es otra palabra, también de Dios. Así, la naturaleza es toda lenguaje que hace presente a su Creador. Y, de este modo, la persona humana se encuen tra circundada de presencia divina e, interiormente, por ella traspasada. Con Dios, se comunica en el ápice del alma, al conocerse a sí mismo como imagen divina, y con Dios tropieza, en cada momento, al con templar el universo que le remite a El, que le habla de El. 19. L. L a v e l l e , Quatre Saints, Paris 1951. Tiene traducción española, reali zada por J. Zalamea, Buenos Aires 1952. E. Rivera ha expuesto el tema referido ai santo de Asís en Dios presente en San Francisco, en Naturaleza y Gracia 21 (1980) 293-321.
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