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R a í c e s y e n t o r n o d e l a p e r s o n a l i d a d . 589 ciba al hombre como la esclava al soberano” . Otras referencias de los San­ tos Padres revelan un concepto aún más depresivo, a veces francamente humillante, para la mujer» 107. Por mi parte, añadiré a estas palabras de Marañón que no fue sólo este concepto semítico de la inferioridad de la mujer, de raíz primero social y después teológica, el factor-raíz del antifemnismo cristiano, sino más bien el dualismo de la filosofía helénica y del maniqueismo oriental. La inferioridad de la mujer fue primero, en Israel, un hecho social: la consecuencia lógica de una sociedad patriarcal, estructurada en fun­ ción de la supremacía masculina, norma de la misma. Esta inferioridad buscó en la razón mítico-teológica del pecado originario una justifi­ cación a esta realidad social. Posteriormente, la filosofía helénica vino a proporcionar argumentos que apuntalaron la tesis teológica. La se­ xualidad fue revestida de un pesimismo antropológico que infravalo­ raba lo corpóreo como degradación de la auténtica realidad, la realidad espiritual e ideal. Los Santos Padres tuvieron así argumentos, de raíz filosófica dua­ lista, para legitimar la conexión teológica entre la mujer y el pecado originario, del cual siempre aparecía como presencialización tentadora. En manera alguna, la inferioridad de la mujer, en el concepto semí­ tico de la misma, tiene justificaciones de tipo filosófico dualista, que infravalore lo corpóreo, y, con ello, lo sexual. La inferioridad que padecía la mujer semita fue una inferioridad de tipo social, producto de la jerarquización patriarcal de aquella sociedad tribal. Hoy es bien sabido cómo el pensamiento semita considera lo terre­ no y, por tanto, lo corpóreo, como algo tan profundamente constitutivo del hombre que, en determinadas etapas de su historia, la esperanza escatológica israelita no llegó a traspasar la esfera ultraterrena. En nuestro mundo, la sexualidad ha dejado de ser considerada como un estigma pecaminoso que mantiene presente al «espíritu encar­ celado en el cuerpo» el recuerdo de un pecado originario. La sexuali­ dad ha sido recuperada por el pensamiento cristiano como factor de humanización. En ella se ha descubierto uno de los lugares terrenos donde la persona toca el misterio del hombre. A esta nueva concepción de la sexualidad han contribuido los fac­ tores históricos que he señalado al principio de esta referencia a la protesta eclesiástica española a las tesis de Marañón. 107. Maternidad y feminismo, V III, 288.

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