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R a íc e s y en to rno d e la p e r s o n a l id a d . 587 Por mi parte, he querido señalar los contrapuntos de una teoría sobre la sexualidad extraída de la consulta clínica de la investigación médica. A los médicos toca indagar el significado que para la salud de la especie reviste la emancipación de los sexos, cuando se está ju­ gando la razón de ser de los mismos; pero sus llamadas a la fidelidad a la naturaleza en un momento en que el concepto de naturaleza está experimentando una profunda metamorfosis, no deben tampoco dejar de escuchar la luz que viene de otros campos del saber humano. ¿Cuál es hoy el patrón de lo justo natural? ¿E s que el concepto de ley natu­ ral debe ser hoy el que fue para los medievales cuando la inteligencia humana trata de convertirse en la verdadera creadora de cauces de naturaleza? 3. E l pensamiento de G. Marañón y el redescubrimiento cristiano de la sexualidad Concluyamos haciendo una referencia a la historia. Cuando Mara­ ñón quiso poner de manifiesto desde una óptica biológica su tesis sobre la sexualidad, y sobre la mujer en particular, suscitó serios recelos por parte de muchos eclesiásticos españoles. Han tenido que pasar los años para que muchas de las afirmaciones de Marañón nos aparezcan conservadoras. Marañón ha puesto de relieve, lejos de un pansexualismo inacepta­ ble, el carácter totalizante del sexo en la estructura del ser humano. Carácter totalizante en tanto que informador de todo el ser humano, vertido en moldes de masculinidad o de feminidad. Al mismo tiempo, Marañón ha considerado que el ejercicio de la función estrictamente sexual de copulación, por ser el hombre un ser libre, es una función de «lu jo», que sitúa al hombre por encima del animal, que se ve arrastrado, aun siendo también en él de «lujo», a la copulación por el mecanismo ciego del instinto. No sólo los estudios de sexología de Marañón, sino todos los estu­ dios contemporáneos de antropología sexual, a partir del psicoanálisis, han hecho que la teología se haya visto abocada a una revisión pro­ funda de sus tesis sobre la sexualidad. Labor que ha sido fecunda, gracias a una profundización antropológica en el concepto de «espí­ ritu encarnado» con el que el pensamiento moderno cristiano ha defi­ nido al hombre, y gracias también a una vuelta al filón bíblico que considera al hombre una auténtica «imago Dei». Es del todo evidente que las realidades humanas han sido abor-

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