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586 A dolfo G o n z á lez -M ontes Marañón ha dicho reiteradamente que el carácter más típico de la psicología masculina es su tendencia y aptitud para la actuación social, llevada a cabo mediante el trabajo y un especial cultivo de la inteli­ gencia, función, esta última, que encuentra profundamente viril el médico ensayista. Cierto; pero también la mujer puede y debe aden­ trarse en el campo de la actuación social, sin que por ello deba inter­ pretarse su conducta como exponente de masculinidad. Si Marañón mismo ha afirmado, una y otra vez, que nuestra época es mejor que las pasadas 105, no podemos perder de vista que nuestra época aporta como «signo de los tiempos», la promoción y emancipación —muchas veces, desgraciadamente, sólo sobre papel— de la mujer; al menos en determinados campos de la actuación social. Lo cual no implica que la mujer haya de dejar de cumplir esa función de maternidad, para la que la naturaleza ha capacitado de modo privilegiado su constitución. Yo encuentro, por paradójico que parezca, que la doctrina de Ma­ rañón acerca de la evolución sexual, así como del carácter intersexual del ser humano, da, precisamente, base suficiente para afirmar, aunque a veces haya de hacerlo en contra de las mismas conclusiones de Ma­ rañón, cuanto digo. Pues si bien es verdad que el criterio biológico de distinción de los sexos [ varón = ser para el trabajo; mujer = ser para la maternidad] es una constante que atraviesa todo el pensamiento de Marañón, también es verdad que la maternidad cae de lleno entre los d eb eres del ser humano, aun al margen de la doctrina de Marañón sobre los sexos. Es una de las primeras exigencias bíblicas para el hombre. A la mujer toca realizar este deber humano. Ahora bien, esto no quiere decir que todas las mujeres hayan de vivir para la ma­ ternidad, al margen de cuya función no puedan realizar su existencia. Ni tampoco que las mujeres madres hayan de limitar su actuación social por esta causa. En este sentido, Marañón parece caer en una ligera reducción del papel de la mujer. Reducción en la que nunca quiso caer 106. 105. «Si fuera posible desterrar al hombre a otros siglos, como se les des­ tierra a otros países, bastaría enviar a los que maldicen de nuestro hoy a aue pasaran unas semanas en cualquier siglo de oro pretérito, y es seguro aue es­ carmentarían para siempre». Del discurso en el XIV centenario de la Urden benedictina. Madrid, mayo de 1948. Citado por Laín, I, 97-98, nota 170. 106. Entiéndase bien el sentido en el que afirmo esta reducción de Mara­ ñón. Trato de situar en su justo lugar las acusaciones de antifeminismo que se han hecho al doctor.

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