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R a íc e s y en torno de la p e r s o n a l id a d . 585 de los orígenes de la humanidad, él optó por salirse fuera del ámbito de su propia identidad. Pero el hombre, prevaricador desde los oríge­ nes, por la fe encuentra, personificada en Jesús de Nazaret, la posibi­ lidad de su total liberación: la salida definitiva de su indigencia. Es ésta la que arrastra al hombre al soberbio dominio de su hermano, erigiéndose él en valor absoluto. 4) De todo cuanto he dicho se siguen dos consecuencias inmedia­ tas: antes que nada, el otro, mi hermano, no es ni puede ser objeto de mi dominio; y, la mujer, «primera amiga del hombre» en palabras del propio Marañón, antes que un ser sexualmente diferente del varón es un otro frente a mí que participa de la misma humanidad de la que yo participo en fraternidad radical. Por eso, antes que «hermana menor del hombre», la mujer es la resonancia primaria de esta frater­ nidad radical que iguala a todos los humanos. Para mí que ese «nos­ otros» al que tienden las diferentes estructuras, por sexualmente dife­ renciadas, del hombre y de la mujer, es la primigenia expresión de fraternidad en la que los hombres viven la necesidad fisiológica, psí­ quica y espiritual de amar y de ser amados. Ante la mujer, el varón se encuentra frontalmente remitido a una comunión ulterior, origen de toda comunión humana: la comunión divina de la Trinidad, a cuya imagen ha sido creado. El carácter sexuado del ser humano contribuye así a dar expresión terrena a una realidad transterrena. Por el sexo el hombre se siente remitido al amor originario del que procede y que lo fundamenta. A mi entender, los problemas del trabajo y de la maternidad sólo pueden encontrar sus justos límites, si el hombre de la moderna civi­ lización está dispuesta a renunciar a esa epidemia que como lacra anticristiana ha sido y es aún vergüenza para la humanidad: la mas- culinización de la cultura, pecado del varón, dominador y explotador de la hembra, que ha tenido a la mujer como un ser humano de segun­ da categoría. La mujer ha nacido, al tiempo que para criar hijos, «para hacer compañía al hombre», según las palabras del Génesis 104. Preci­ samente por estar biológicamente estructurada para la compañía del varón es al mismo tiempo que compañera, y como consecuencia inevi­ table, ser para la maternidad. Por ser el primer regazo acogedor de la indigencia del varón, la mujer es generadora de otros seres humanos y creadora de fraternidad. 10 4 . 2 , 18 - 2 4 .

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